26 enero 2010
Una “Carmen” que reaviva el entusiasmo por la ópera
Por Gonzalo Tello
(Operaperu.com)
La decisión de incluir “Carmen” dentro de la temporada de transmisiones del Met no sólo es justificada por la popularidad de la obra, necesaria para atraer amplio público sobretodo en épocas de tremenda crisis, sino también por el valor que esta producción iba a tener. El encargo se le hizo al famoso director británico Richard Eyre, quien con “Carmen” producía su tercera ópera en un lapso de 20 años.
Esta producción fue un suceso inmediato desde el día de su estreno. Si bien montar una nueva “Carmen” no es fácil, pues obras tan populares y conocidas sufren la sombra de referentes que el público siempre tiene. En estos casos es donde los directores se vuelcan al interior de la obra y tratan de sacar lo mejor de ella, en el mejor de los casos. Este es el caso de Eyre, quien la reinterpreta como lo que es y fue originalmente: una historia de violencia, transgresión, seducción implacable y macabra. Carmen es todo menos una elegante e inocente seductora gitana. Su personalidad es tosca, calculadora, fría, distante y ruda. Se asemeja más a un perfil masculino, en una manipulación que va ‘in crescendo’ y que lleva a Don José al borde de la locura.
Richard Eyre logra mostrarnos, con una dirección exhaustiva y meticulosa, todas estas características y con eso logra lo casi imposible: sacarnos la idea de la típica ‘Carmen’ de Bizet y mostrarnos un personaje crudo que nos parece novedoso, pues nos toca de acuerdo a lo actualmente son nuestros referentes y lo que nos impresiona. Eso es teatro, y eso fue la ópera en su momento.
El escenario, elaborado por Rob Howell, es exquisito. Esta formado por ladrillos que van construyendo y deconstruyendo diferentes espacios y ambientes, desde un cuartel de policía, una plaza publica, una taberna, las montañas y la plaza de toros. Ver cada escena cambiando y mutando nos inspira un aura poética, de líneas orgánicas.
También destaca la decisión de Eyre de incluir ballet en dos preludios, el del primer y tercer acto. Con coreografía de Christopher Wheeldon, la danza contemporánea de esta pareja de bailarines creó una línea paralela a la historia de Carmen y Don José, y le dio una gran carga sentimental, que el público aplaudió con efusividad.
Eyre demuestra que tiene un gran conocimiento de la cultura y expresiones españolas. Todo el tiempo nos sentimos dentro de España, pues por poco mas y el coro del Met empieza a hablar en español. Cada ‘ole’ de los secundarios alimentaba cada escena, especialmente las festivas, como la danza bohema del segundo acto, el aria del torero o la entrada a la plaza en el cuarto acto. Quienes tenemos tanta relación con ese país no podemos dejar de identificarnos con eso. Otro acierto del director es la de hacer un solo corte para el intermedio, entre los actos dos y tres. Actualmente es mas fácil procesar una obra de corrido, así esa primera parte dure dos horas, y poco mas de una hora la segunda.
La mezzosoprano Elīna Garanča demuestra ser una Carmen completa en todo el sentido, y como dijo el mismo Roberto Alagna, quizá la mejor. Su entrega teatral es formidable, su voz oscura y cremosa la hacen perfecta para la partitura, y hasta su baile, especialmente el de la danza bohemia, la convierten ya en una artista referente de la ópera de los nuevos tiempos.
El tenor Roberto Alagna hace gala de su dominio del estilo francés para entregarnos su mejor interpretación como Don José. Alagna tiene agudos fáciles y un fraseo que lo han hecho famoso. Particularmente esperaba verlo con ansias en este papel.
El barítono Teddy Tahu-Rhodes fue el reemplazo de último minuto del enfermo Mariusz Kwiecien, quien es uno de los artistas más completos del momento. Tahu-Rhodes, quien es un nuevo valor y considerado de gran versatilidad, entregó un Escamillo viril, de voz corpulenta, y gran presencia escénica, especialmente durante su duelo del tercer acto con Don José. La famosa soprano italiana Barbara Frittoli fue quien interpretó a Micaela, el personaje mas ingrato de la obra, pues solo aparece en dos escenas. Se luce de mejor manera con un aria en el tercer acto, que no pudimos ver completa, pues perdimos la señal por dos minutos debido a un corte de luz en Larcomar. Frittoli, sobretodo en su dúo con Alagna, luce sus excelentes cualidades interpretativas.
El bajo Keith Miller fue Zúñiga. Lo mejor en el fue su limpio fraseo, y su interpretación estuvo a la altura de sus compañeros, lo cual dice mucho de este cantante. Antes de llegar a la ópera, Miller destacó como jugador de Fútbol americano profesional, en la NFL, y comenzó como autodidacta.
El coro del Met como siempre se lucio musical y teatralmente. El coro de niños fue lo que mas llamó la atención por la energía que proyectaron en escena, además de todo el movimiento teatral que Eyre hizo que plasmaran en esta producción, y que cooperó en el éxito de esta.
El director canadiense Yannick Nézet-Séguin, en su debut frente a la orquesta del Met, dio una interpretación clara y dinámica de esta obra que es un clásico y no necesita de mayor reinterpretación. Su versión se acopla perfectamente y le inyecta vitalidad al espectáculo en escena.
En este tipo de obras con propuestas escénicas bien trabajadas, nos podemos dar cuenta de que la ópera no es una forma de arte antigua ni para los museos. La ópera fue lo que ahora es el cine o los musicales, pues el público asistía a las obras, las comentaba, las ovacionaba o abucheaba, vivían intensamente cada producción y a cada cantante, era casi como un deporte. Creo que actualmente muchos directores han perdido la perspectiva de que las referencias del publico, y lo que ahora nos sorprende, han cambiado. Incluso la mentalidad e idiosincrasia eran diferentes. Sin embargo, querer montar producciones “bonitas” al margen de su carga teatral, con la excusa de la priorización musical. Esto lo considero un gran error, y contrario a la idea de toda compañía, que es la de vender y captar público. Si los directores quieren llenar teatros y garantizar la continuidad de sus compañías, deben confiar y apostar por producciones que realmente calen en el público de ahora, referencias diferentes que las de los tiempos de Verdi o Wagner. Las óperas tocan temas atemporales, imperecederos y universales que son perfectamente adaptables a nuestros tiempos, sin ir en desmedro de los compositores y la herencia musical.
Me fascinó la interpretación de Roberto Alagna, creo q es un gran Tenor.
ResponderEliminarTuve ocasión de viajar a Lima (vivo en Chiclayo) y asistir a Carmen. El espectáculo fue magnífico, Elina Garanca me sorprendió con una estupenda Carmen (tras haber cantado la Generentola en el MET pensé que el papel de Carmen le vendría grande a su voz, pero afortunadamente me equivoqué).
ResponderEliminarRoberto Alagna lo ví bien, en el primer acto en un par de agudos se le destimbró la voz. Pero a lo largo de la opera se afirmó y culminó como un grande. Bárbara Frittoli y el barítono muy buenos ambos.