Nicola Fee Bahl |
Por Gonzalo Tello para el diario El Comercio
elcomercio.pe/blog/operaperu
Puedes leer esta entrevista también en la edición de hoy de LUCES, página C2.
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Considerado un prodigio y superestrella desde muy joven, el ruso Maxim Vengerov inició su carrera con apenas 5 años, ganando el prestigioso concurso Wieniawski a los 10, y el Carl Flesch a los 15. Ganador del Grammy (2004) y del premio Gramophone (2002), el más prestigioso de la música clásica, es unánimemente considerado el mejor intérprete del violín de nuestros tiempos. Con solo 40 años, se ha presentado en las salas más prestigiosas del mundo en conciertos a sala llena. Ha grabado desde los 10 años y es artista exclusivo de EMI. Su carrera ha sido digna de documentales que han sido presentados con éxito en festivales internacionales y por televisión, ganando una fama inigualable. Actualmente distribuye su tiempo entre el violín, la dirección de orquesta y la enseñanza. Vengerov interpreta en un violín Stradivarius de 1727, que perteneció al famoso violinista Rudolphe Kreutzer, a quien Beethoven dedicó su famosa sonata.
Vengerov llega por primera vez a nuestro país invitado por la Sociedad Filarmónica de Lima, la cual se destaca por traer a las superestrellas de hoy a nuestro país. Ofrecerá un recital único y especial este martes 14 de octubre en el auditorio Santa Úrsula, acompañado del prestigioso pianista Vag Papian. Además, pasará varios días conociendo nuestro país y ofrecerá una Masterclass, en el que podrá conocer de cerca a nuestros jóvenes talentos.
Antes de encontrarnos en el lobby de su hotel para esta entrevista, me di con la sorpresa de escuchar un pasaje de la famosa “Méditation” de “Thaïs” que venía del fondo del hall, interpretada por el mismo en su Stradivarius, mezclada con la bulla de huéspedes y música ambiental. Una gran manera de comenzar esta extensa y muy cálida conversación con una de las leyendas vivas de nuestro tiempo.
¿Cuáles son las expectativas de tocar por primera vez en Lima?
Es muy emocionante. Como sabes he ido a muchos lugares y es maravilloso conocer nuevos, por lo que mi vida como músico no puede ser aburrida. Me recargo conociendo nuevas culturas y nuevos públicos. Las reacciones siempre son diferentes, y esta es la verdadera razón de dar conciertos. El programa que ofreceremos aquí no es algo convencional, será muy especial y único.
¿Siente la misma emoción y entusiasmo al dar conciertos como la sentía en sus primeros años?
Nunca hay rutina. No me lo imagino ya que si es así me preocuparía y pensaría en terminar la carrera (ríe). Estar frente al público e interpretar cualquier tipo de actividad me hace elevar la energía, así las personas lo puedan percibir. Desde que tengo cinco años siento el mismo entusiasmo y energía.
En Lima tenemos el privilegio de haber recibido la visita de los más grandes violinistas de hoy, como Hilary Hahn, Joshua Bell, Midori, Itzhak Perlman, Pinchas Zukerman, Schlomo Mintz, Gil Shaham y ahora usted. ¿Cuál es su relación con sus colegas? ¿Se ven y comparten momentos o experiencias?
A veces coincidimos en las mismas ciudades, pero usualmente nuestras agendas no concuerdan. Viajamos mucho y raramente nos encontramos, salvo por algún motivo especial. Conozco a la mayoría de mis colegas.
Usted ha pasado por muchas experiencias en esta corta vida pero muy larga carrera, ¿Cuáles considera que son sus principales desafíos hoy?
Como cualquier artista, al inicio nos preparamos para aprender a tocar nuestro instrumento. Luego buscamos interpretar para el público y lograr reconocimiento, esa es la segunda etapa. Paralelamente uno va creciendo como ser humano, y es un proceso que nunca termina. La siguiente etapa llega cuando uno se pregunta cómo usar este reconocimiento para lograr algo positivo para la sociedad, para la música, para la gente. Acabo de cumplir 40, creo que mi modesta misión en la vida es ofrecer al público un balance a través de mi arte para que cuerpo y alma vivan en armonía. Hoy en general vivimos una era convulsionada de guerras y desavenencias religiosas porque no hemos encontrado la armonía, es simple. Es una inversión modesta pero importante, pues nos permite mejorar, construir el castillo del amor y la alegría, donde la gente viva en armonía. Esto no es una utopía, uno debe trabajar en ello. Como músico debo dedicarme a dar lo mejor de mi música. Desde muy chico creo que la música es mi religión, e interpretando para una audiencia, la misión del artista es transformarla y ofrecer un ambiente de recogimiento, para relajarse, desconectarse del mundo.
Eso suena a todo un desafío…
Si, la música refleja la vida de las personas, y viceversa. Cuando apagas el teléfono y dejas los emails de lado, puedes encontrarte finalmente a ti mismo. La música clásica es la mejor que puede ofrecer esa experiencia, pues es la más pura.
Usted describe lo que yo llamo la era “Twitter”, en que la atención es más dispersa y la concentración es cada vez más difícil. ¿Es más difícil captar esa atención del público ahora que hace 15 o 20 años?
Por supuesto. Si yo llego hoy a una sala de conciertos e interpreto como lo hacía hace 15 años, no voy a poder tocar una sola nota, por la reacción del público. Hoy llegan con las mentes más ocupadas, y hoy es más confuso, ya que toma más tiempo al público concentrarse. Los artistas reaccionamos a eso, hemos crecido también con la sociedad. Nos hemos vuelto más fuertes para encajar en la nueva tendencia, en la nueva sociedad. Cada vez es más desafiante crear esa atmósfera necesaria…
Cuando dice desafiante, ¿se refiere a más difícil?
Sí lo quiere llamar difícil, sí, porque requiere mayor esfuerzo y energía, pero de forma positiva, porque como artista me beneficio de esa experiencia. Le doy un ejemplo: Durante la época más difícil de la Unión Soviética, Shostakovich escribía la más emocionante e inspirada música, que podía trascender al público. Beethoven, que es el gigante de gigantes de la composición, puede aprender de Shostakovich y sus contemporáneos esto, de como, durante una época dura y difícil, lograr superar el reto de componer maravillosas obras. Esto hace que ese esfuerzo tenga un valor que otros grandes compositores con vidas más fáciles no tuvieron. Igual Shostakovich siempre hubiera sido un compositor importante, por su talento. Pero por la vida difícil que tuvo y lo que logró se vuelve un compositor extraordinario.
Dicho esto entonces, tenemos esperanza…
Tenemos esperanza, pero lo que quiero decir es, gracias a Dios que existe la música, porque refleja el cuerpo y alma de las personas. No se trata de solo interpretar por placer o entretenimiento, va más allá de eso. Eso es mi pequeña misión de cada día.
En esta nueva etapa, como director de orquesta y violinista, ¿Hay un nuevo sonido o estilo en su interpretación? ¿Cuál es la diferencia entre sus años “electrizantes” y hoy?
Si, absolutamente. Primero que nada, si hablamos del sonido de un artista, sea un pianista o violinista o cantante, en primer lugar es importante que siempre sea uno que el público pueda reconocer. Si uno prende la radio hoy y escucha una grabación de Jascha Heifetz, por ejemplo, uno reconoce que Heifetz el intérprete, y no otro, por esa técnica, calidad y sonido que lo diferencia de otros. Hoy se tiende a encasillar a uno en un estilo determinado, ya sea barroco, romántico o contemporáneo, pero lo importante es tener una idea amplia. Cuando cumplí 20, quise aprender lo más que pude sobre diferentes estilos y compositores para violín. Estudié barroco y otros estilos, también a tocar la viola y conocer el repertorio sinfónico. En Julio me gradúe de cinco años de conducción, en Moscú. Decidí tomar dos años más para estudiar el repertorio operístico, para conocerlo y dirigir ópera también. No sé si vaya a volverme un director a tiempo completo, siempre seré un violinista, ya que es un instrumento complejo y demanda mucho tiempo, pero esto amplía mi visión. Ahora encuentro el sonido sinfónico en las obras de cámara y las interpreto con un entendimiento mucho más amplio.
Háblenos sobre el programa especial que trae para este recital, con tantas obras y compositores.
Usualmente en un recital así se presentarían una par de sonatas y al final un par de regalos, esta vez quiero darle al público dos experiencias diferentes sobre la música de cámara. Primero, dos de las mejores sonatas escritas para violín y piano: La de Cesar Franck, obra de la era romántica, de la escuela Franco-Belga, dedicada al violinista Ysaÿe, hecha para su estilo de interpretación; La segunda es la de Sergei Prokofiev, de una época no tan distante pero si de una escuela muy distinta, dedicada a David Oistrakh. La primera obra es brillante y dramática y la segunda oscura, darán a la audiencia una visión muy amplia de la música de cámara. Luego algo muy diferente, obras escritas por grandes violinistas virtuosos como Paganini, Wieniawski, Ysaÿe, Kreisler y otros. Quiero que la audiencia escuche y experimente los diferentes estilos de composición y todo lo que un violín puede hacer y cuan increíble puede ser. Todas estas son piezas cortas.
Vag Papian le ha enseñado mucho sobre dirección. ¿Cuán cercana es su conexión en la interpretación?
Él fue mi primer profesor de dirección orquestal. Usted me preguntó cómo había cambiado mi estilo de interpretación, pues, gracias a esta nueva forma de ver las obras que he logrado hoy, con el las interpretamos con una visión de orquesta, no solo como música de cámara. Así la visión de la música y de todo lo que puedo hacer con ella es mucho más rica y esto le da un nuevo sentido.
En su experiencia dirigiendo, ¿tiene algún período favorito, o es amplio?
Cuando dirijo Bach o Mozart, por ejemplo, prefiero hacerlo desde el violín. Otro tema es cuando dirijo Beethoven, Brahms o Tchaikovsky. Tengo planes para dirigir, por ejemplo, la “Sinfonía Fantástica” de Berlioz el próximo año, y luego las sinfonías de Shostakovich, Bruckner y Mahler. Estoy expandiendo el repertorio.
Siempre ampliando su experiencia musical, invierte mucho tiempo enseñando…
Invierto más de un mes de mi tiempo al año para eso, lo cual es bastante. Es muy importante compartir mi experiencia y lo aprendido.
Usted ha dicho que le gustan las competencias, pues puede encontrar el alma de los intérpretes en lo que pueden entregar, más allá de la técnica en sí. Ahora que la técnica se ha masificado tanto, ¿qué espera de los músicos jóvenes?
La definición de buena interpretación técnica puede ser diferente. Si usted dice que una gran interpretación se basa solo en tocar a tono, muy rápido y fácilmente, esa no es definición de virtuosidad. Hay otros dos niveles, el primero es que nada viene de la nada, todo tiene una tradición y un origen. Nuestra técnica y lenguaje viene, debo decir, desde la Escuela Italiana de Corelli, Tartini, Paganini y otros. Luego la Escuela Española de Sarasate, la Escuela Francesa que dio las semillas para la Escuela Rusa, eso es algo que muchos no saben. El polaco Wieniawski estudió en Francia y vino a enseñar a Rusia invitado por Rubinstein. Así nacieron los grandes rusos como Heifetz, Oistrakh y muchos más. Siento que actualmente hay ganas de desconectarse de la tradición de los grandes maestros del pasado. ¿Por qué? Se cree que, como nueva generación, se puede ser mejor sin seguir esas raíces...eso es algo equivocado. Yo crecí aprendiendo esa tradición de los grandes maestros del siglo XIX y XX, ellos son mis héroes y es la tradición que quiero inculcar. Como en la vida, si no nos conectamos con la naturaleza y nuestro pasado, creamos algo artificial que no será sostenible en el tiempo. Conectándonos, seremos más virtuosos y brillantes, por la expresión técnica y la conexión con el instrumento. Esta es la idea cuando doy clases maestras.
Cuéntenos sobre su violín. Sabemos que es muy especial.
Cuando voy a salas de conciertos e interpreto no solo es importante mostrar la música y la herencia de los grandes maestros, sino también mostrar su instrumento, ya que este es una obra de arte activa y fácil de transportar hecho por Stradivari en 1727. Es como ir a un museo, es verlo y oírlo…
…Y además es un instrumento inmortal en si mismo…
Inmortal, exactamente. Stradivari era un genio y tenía una visión. Hay muchísimos violines y muy buenos, pero Stradivari tenía algo especial. Él tenía una gran fábrica y no los hacía el mismo, eran cientos de personas. Pero tenía la conexión, algo espiritual y el conocimiento para darles ese toque final de obras de arte por cómo los elaboraba. Por eso sus instrumentos fueron excelentes en su tiempo y lo son hoy. Este violín perteneció al que fue conocido como el “Paganini francés”, Rudolphe Kreutzer, contemporáneo de Beethoven, a quien este conoció y le dedicó su famosa sonata no. 9, pero Kreutzer nunca la interpretó pues no entendió la complejidad y trascendencia de la pieza.
¿Qué expectativas tiene con el encuentro que tendrá con jóvenes músicos peruanos en la Masterclass?
Tengo mucha curiosidad de saber cuál es el nivel y sobre todo el potencial. Estoy seguro que lo hay porque tengo buena referencia de su cultura, sé que tienen genes maravillosos. Cada lugar tiene diferente energía y genes particulares y creo que aquí hay algo especial y tienen gran talento. En Latinoamérica tienen el gran privilegio del sentido del ritmo y el calor, algo que no se encuentra siempre en Europa, y marca la mitad de la interpretación. Eso es algo que me estimula cada vez que vengo.
El “Sabor latino” debe ser…
Exacto, eso es y la música tiene que tenerlo. El violín es un instrumento complejo que a veces se atraviesa entre el artista y la música, y hay que luchar para lograr esa conexión, creando la expresión técnica adecuada. La mejor expresión técnica fue creada a fines del siglo XIX e inicios del XX, cuando la mejor música para el violín fue compuesta. Claro que hay un desarrollo de la técnica creado después por Shostakovich, Prokofiev, Britten, Schnittke y contemporáneos. Sin embargo, nada más sofisticado fue compuesto luego. Así que debemos regresar a la era romántica del repertorio para volver a aprender a ser buenos violinistas.
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