Vimos al legendario director alemán dar una exquisita rendición de la "Missa Solemnis" de Beethoven con la Filarmónica de Berlín. (Fotos y videos: Berliner Phil y Ópera Perú)
Por Gonzalo Tello, desde Berlín
La Navidad trae consigo a la capital alemana un ambiente festivo y alegre. Desde las plazas y las principales avenidas decoradas con luces de colores, desde Kurfürstendamm a Potsdamer Platz, pasando por el Gendarmenmarkt hasta Alexanderplatz, Berlín se llena de ferias, música y entretenimiento callejero, en las cuales locales y turistas pueden disfrutar de comida típica o comprar detalles navideños. A pesar de no hacer tanto frío como debería para esta época del año, Berlín es mi sede desde donde el mes de diciembre me dedico a asistir a una serie de conciertos y ópera, aprovechando la inmensa oferta cultural de una de las ciudades mas intensas de Europa.
Gracias a una gentileza de la oficina de prensa de la Berliner Philharmoniker, pude asistir a dos fechas especiales en la famosa Philharmonie de Berlín para asistir a dos conciertos especiales. El primero de ellos el que narro en esta nota.
La atracción de esta época del año es la presencia del legendario director de orquesta Christian Thielemann, uno de los nombres mas reputados del mundo y quien está al frente de uno de los elencos mas importantes, la Staatskapelle de Dresde. Thielemann, como cada año, se pone al frente de la Filarmónica de Berlín para dirigir en tres fechas la célebre "Missa Solemnis" de Ludwig Van Beethoven, una de sus grandes creaciones vocal-sinfónicas.
Hablar de Thielemann y Beethoven, así como de la unánimemente considerada como la mejor orquesta del mundo, llaman al éxito asegurado. Esta presentación, de la cual la última función (a la que asistí), fue transmitida por el canal Digital Concert Hall, en HD y sonido surround en vivo y que puede verse bajo suscripción.
La Filarmónica de Berlín está acompañada por el Coro de la Radiodifusión de Berlin (Rundfunkchor Berlin) y de cuatro imponentes solistas: La soprano Luba Orgonášová, la mezzosoprano Elisabeth Kulman, el tenor Daniel Behle Tenor, y el barítono Franz-Josef Selig.
Si bien la Missa Solemnis en Re mayor, Óp. 123 no es tan popular como la Novena SInfonía o incluso la Fantasía Coral, esta obra, escrita hacia 1823 y dedicada al Archiduque Rudolph de Austria, contiene un estilo del período tardío de Beethoven, con una complejidad y amalgamiento refinados y que integran voces y orquesta.
Una de las principales características que podemos rescatar de la dirección de Thielemann es su sobriedad. Sin batuta, y movimientos casi imperceptibles, conecta con la orquesta y coro prácticamente con la mirada. La obra se inicia con el Kyrie, con una poderoso toque de metales, y cuerdas en pianissimo, como si escucháramos a una orquesta de cámara, y que mantienen la solemnidad. El coro y solistas desbordan con fortes pero manteniendo el volumen y el temperamento de la obra, como Thielemann lo indica. Los cuatro solistas se mezclan en variaciones que en el caso de las voces masculinas resulta incluso imperceptibles, no por falta de voz sino por darle un toque barroco y sacro.
La virtuosidad de la orquesta y potencia del coro llegan en el Gloria, en que los instrumentos desbordan en un prestissimo imposible para orquestas "regulares". El coro muestra un sonido brillante en los agudos y perfección en los volúmenes. Los solistas se suman. Orgonášová y Kulman en perfecta armonía y potencia, Mientras que el barítono Selig, conocido por su voz portentosa en roles wagnerianos, mantiene el estilo con una voz abierta y pastoral. En el Miserere, las voces de soprano y tenor se confunden en una bella melodía y gran legato de los cantantes. Esta obra en general no contiene pasajes exclusivos para una voz, por lo que los solistas se lucen en diversos momentos, en ensemble. El final del Gloria es pura perfección y lucimiento por parte del coro, y un control visual perfecto de Thielemann. La virtuosidad de los solistas llega en el Amen.
El Credo dedica una introducción importante al coro, antes de pasar a un tema pastoral de los solistas. EL brillo de las cuerdas y vientos destaca en esta parte, en la que el tenor tiene un segmento lírico y dramático importante junto al coro.
La introducción del Sanctus es la mas solemne de la obra, en la que el concertino Raimar Orlovsky (a quien se puede ver conversando con Thielemann en una entrevista en la web del Digital Concert Hall dedicada a este concierto) toma la parte solista en una profunda rendición lírica. ¿Pudo solo esta inspirada melodía influenciar a tantos compositores posteriormente? De seguro que si. El coro ni solistas nunca opacan al concertino en esta bellísima e inspirada sección.
Cuerdas y fagotes, junto a la voz oscura de Selig inician el Agnus Dei, melodía de recogimiento y resignación. Su oscuridad es de un refinamiento único, en la que Beethoven se adelanta a su tiempo y nos muestra una serie de acordes únicos en su creación.
La Missa Solemnis es uno de los oratorios mas importantes creados. Beethoven dejó un legado extraordinario con esta obra, que poder disfrutar con un elenco insuperable, me llenó de satisfacción.
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