30 mayo 2009

Una Traviata que deja huella en Santiago


Por Hugo Valdivia, Santiago de Chile

(OperaPeru.com)

Para los abonados del Teatro Municipal aun perdura el recuerdo de una mítica Traviata del año 1959, en que Virginia Zeani conmovió a la afición al punto que ha sido hasta ahora el referente de todas las Violettas que han pasado por el primer teatro de Santiago de Chile; con ella se han medido sin éxito June Anderson, Denia Mazzola y Cristina Gallardo Domâs. Sin embargo en el presente siglo, Stefania Bonfadelli, provocó igual impacto en las nuevas generaciones, convirtiéndose en el referente que tenemos quienes asistimos a la Temporada de ópera desde el último cuarto de siglo en Chile.

En esta temporada, “La Traviata” con firma de Jorge Jara y Jean-Louis Grinda ha generado una dura competencia para aquella.

Más allá de las polémicas por la producción ya expuestas en este medio, y que hizo que muchos olvidaran la interpretación del terceto protagonista, hemos tenidos dos elencos que han hecho, de distinta manera, justicia a la obra.

En primer elenco, tuvimos en Nora Amsellem a una intérprete plena, más que plena en el rol titular. La soprano francesa que sin poseer una voz particularmente bella, ha sabido imprimir en cada frase un sentido y calor tremendamente emotivo, que no podía dejar indiferente a nadie, de igual modo sin temor alguno ha cantado las notas agregadas imprimiéndole una dulzura que mostraron una fragilidad muy acertada al rol. Su mejor momento sin duda fue la cabaletta de la escena y aria del primer acto en que una sexy apariencia era matizada con las dudas del personaje respecto de su futuro coronándola en todas las funciones con un acertado Mi bemol.

El joven tenor sardo Francesco Demuro, que reemplazaba al fallido Dimitri Pittas, ha hecho un heroico esfuerzo por sacar adelante el rol de Alfredo, con una voz y registro más apropiado para roles donizetianos, desperdiciaba oportunidades en su escena y aria del segundo acto, y a duras penas sobrevivía al tercer acto. Es probable que en unos años más el rol le quede más cómodo ya que se hicieron evidentes sus condiciones, especialmente en la última función en que, dirigido ahora por el director del segundo elenco, logró más tranquilidad para interpretar el rol incluyendo un breve pero sonoro y brillante Do en su cabaletta. Stefano Antonucci, como Germont, no logró convencer del todo al público. Algo estridente quizás, con intenciones de crear un personaje más autoritario, no aportó nada al rol.

El equipo de comprimarios, con altibajos, permite destacar la Flora de Miriam Capartotta, quien logra crear un personaje frívolo y casi desagradable que calza a la perfección con la propuesta del regista Grinda.

Jam Latham Koenig en el podio, no logró dar con el espíritu de la obra, a veces estridente y otras carente de inspiración, como por ejemplo en el preludio del acto final que pasa intrascendente en la presentación, al comparar a este elenco bajo su batuta y la del maestro Domínguez en la última función, demostró que el resultado general podría haber sido mejor con una dirección más acorde a la obra.

En el segundo elenco, la soprano croata Martina Zadro se ha debido enfrentar a la dura partitura y a la interpretación de la Amsellem. Que era inevitable comparar con ella, en ambos casos sale muy bien parada, ya que sin tener la experiencia de la francesa en el rol, ha logrado imprimir un personaje emocionante, quizás con algunas irregularidades en el registro, pero siempre atenta a la eficacia en sus partes solistas.

El gran descubrimiento de esta Traviata es el tenor Andrés Veramendi, quien debutando en el rol ha hecho una interpretación que pareciera que ha estado cantando este personaje durante años. Seguro en la emisión y con la voz que corre por toda la sala, ha hecho gala de bellos pianísimos en ambos duettos, luciendo interesantes armónicos y un pasaje parejo, escaso en los tenores jóvenes. En escena es muy inteligente provocando movimientos más que convincentes, sin caer en exageraciones, es lamentable que su primera función haya ido escasa de público debido al feriado largo, sin embargo en la última recibió calurosas manifestaciones el público.

Omar Carrión, reemplazando al protestado Karoly Szemeredy, fue irregular en su parte de Germont, pretendiendo matizar su aria con pianísimos que más parecían querer enmascarar insuficiencias de registro.

La dirección de José Luis Domínguez, más verdiana y sentida que la del primer elenco acompañó a los cantantes con eficiencia.

El Coro profesional una vez más hizo gala de su ya tradicional calidad y profesionalismo.

En definitiva una Traviata que podrá fácilmente quedar en los anales de la memoria del público chileno con el triunfo de Nora Amsellem y el exitoso debut de Veramendi, un tenor que esperamos se convierta en un habitual visitante de nuestro escenario.



1 comentario:

Fernando dijo...

Un Andrès Veramendi con exitosas criticas en su debut en el renombrado teatro chileno,que siga su carrera con muchos exitos en el futuro, una alegrìa saber que le fue tan bien.....