Foto: ABC
El gran director, considerado por muchos como un mito, Christian Thielemann dirigió las dos primeras partes del "Anillo del Nibelungo": "La Valquiria" y "El oro del Rin" y Tankred Dorst se encargó de la escena en el reciente Festival de Bayreuth. Thielemann cumplía así su representación numero cien en el teatro de la colina, el mas importante en homenaje a la figura de Richard Wagner. A continuacion un articulo publicado en el ABC sobre esta producción.
Por Ovidio Garcia Prada desde Bayreuth
ABC.es
El número cien, el centenario, señala un hito señero en toda serie, en un proceso, y no digamos en la vida, que es normalmente objeto de celebración. Cien actuaciones celebró este miércoles Christian Thielemann como director musical en el «foso mágico» de Bayreuth. Y lo hizo como mejor procedía, dirigiendo una representación de «La Valquiria», segunda parte de la tetralogía de «El Anillo del Nibelungo», cuyo primer acto fue apoteósico, de lo mejor de los últimos veinte años, por lo menos. El público asistente, embelesado, liberó su entusiasmo en una explosión eruptiva de aplausos, griterío y estruendoso pataleo en el tablado, justo en el mismo instante en que el radiante acorde en sol mayor remataba los imparangonables compases de la eclosión final. Fue el broche de oro a una interpretación musical de antología, vocal y orquestalmente excelsa, casi sin paliativos.
Protagonistas: el aplomado tenor Johann Botha (Siegmund), uno de los cantantes actuales con mejor técnica canora wagneriana (modulación, fraseo, timbre, pasaje); la grácil soprano Edith Haller (Sieglinde), que se dejó llevar por él, y el rotundo bajo Kwangchul Youn (Hunding), el único que repetía papel, más una orquesta empastada, super dúctil y transparente, a la par que briosa e impulsiva en grado sumo. Guiados por una batuta eufórica escalaron cotas melodramáticas otrora inaccesibles. Pero esa feliz conjunción estelar no se repitió en los dos actos sucesivos. Tampoco se produjo el efecto contagio y cuando lo hubo —por ejemplo, en Linda Watson, que inicialmente rebajó el habitual volumen estridente de su órgano y configuró una heroína Brünnhilde más lírica y matizada— duró poco. Albert Dohmen parece definitivamente haberse agotado ya como Wotan y M.Fujimura, que retornaba al personaje de Fricka, encarnó una hembra celosa pero no apabullante. Así, el tercer acto, que contiene el potencial para un nuevo clímax, con el exultante jolgorio del octeto walkyriano y el hondo dramatismo final en la escena
del castigo y dormición de Brünnhilde, no tuvo como el primero un par de cantantes en estado de gracia, a pesar de que Thielemann, con el foso a sus pies y con perfecto dominio de la intrincada acústica de la sala, espoleó a la orquesta como nunca, incluso con cierto manierismo rayano casi en desmesura. En resumen, buen nivel general, con un impactante cuadro escénico final de la roca de la walkyria, pero la magia del principio se había desvanecido.
Tankred Dorst mantiene inalterable su prosaica puesta en escena (tanto la escenografía como la parca dirección actorial, consistente en cuadros estáticos decorativos, no acciones) en esta su quinta y última reposición de la tetralogía. La tarde anterior, salvo el citado cambio en el papel de Fricka y la inclusión del bajo brasileño Diógenes Randes (como gigante Fafner), se mantuvo también inalterado el elenco de cantantes-actores en «El Oro del Rin». Con la orquesta a un alto nivel, superado pero no anulado ya el carácter dominante casi exclusivo anterior de lectura cameralística y afiligranada de la partitura, la representación pareció desarrollarse con piloto automático conectado. Aplausos y ovaciones de rigor, sin una sola muestra de desagrado. Más intensos en este caso para Andrew Shore, que plasma un Alberich malvado, con recursos dramáticos más temperamentales que canoros, y, sobre todo, para Ch.Thielemann, que afianza su fama como batuta wagneriana de referencia. Próximamente, excepto «Lohengrin», habrá dirigido todas las obras del canon wagneriano, más que ningún otro maestro desde los tiempos de Felix Motl, hace también cien años. Pero hay más, estos días ha firmado su contrato como «asesor musical del Festival». Eso le permitirá co-decidir la contratación de directores musicales y solistas. Ningún colega (llámese Toscanini, Furtwängler o Karajan) tuvo antes tanto poder en Bayreuth.
La representación de «La Walkyria» del día 21 de agosto será retransmitida en directo por internet en vídeo de alta definición y sonido multicanal. El correspondiente BlueRay/DVD estará disponible a finales de año.
Christian Thielemann empezó su carrera a los diecinueve años como correpetidor en la Deutsche Oper Berlin y asistente de Herbert von Karajan. Comenzaba lo que el propio Karajan denominó como el "difícil pero indispensable camino infame", consistente en dirigir en numerosos teatros menores para ir adquiriendo experiencia. En 1985 se convirtió en primer maestro de capilla de la Rheinoper en Düsseldorf hasta 1988 cuando se hizo director general musical del Teatro Estatal de Núremberg. En 1997 fue llamado a la Deutsche Oper Berlin también como director general musical hasta 2004, año en que renunció a su empleo por diferencias con la nueva dirección. Desde septiembre de 2004 ha sido el director general musical de la Orquesta Filarmónica de Munich.
Más de veinte años de experiencia avalan a Thielemann y hoy en día trabaja solamente con unas cuantas orquestas y casas de ópera escogidas. Thielemann dirige anualmente en el Festival de Bayreuth desde 2000.
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