Foto: Teatro Municipal de Santiago |
Tras 13 años de ausencia, este romántico título de Charles Gounod, inspirado en la legendaria obra de Shakespeare, vuelve a presentarse en el escenario capitalino con dos protagonistas internacionales de primer nivel, un notable director de orquesta especialista y una acertada puesta en escena.
Por Joel Poblete (biobiochile.cl)
El tiempo no parece afectar el poderoso influjo que la inmortal historia de amor de Romeo y Julieta ejerce sobre los espectadores más diversos y de las épocas más distintas. Aunque hayan pasado más de cuatro siglos desde que Shakespeare la hiciera trascender a través del teatro, la tragedia sigue fascinando en cualquiera de sus diversas encarnaciones, ya sea en el cine, el ballet y la ópera, género que ha aportado varias adaptaciones a la escena lírica, de las cuales la más famosa y querida por el público es la compuesta por el francés Charles Gounod, estrenada en 1867, y que desde este sábado 20 presenta el Teatro Municipal de Santiago.
‘Romeo y Julieta’ de Gounod suele producir produce una emoción que no cualquier ópera consigue. Estrenada en nuestro país en 1886, el libreto simplifica la trama y elimina distintos personajes y situaciones, y se concentra en el amor de los dos jóvenes que representan a los Capuletos y Montescos, familias rivales en la Verona del siglo XIV. Aunque básicamente la ópera es una sucesión de cuatro dúos de amor que van marcando la relación entre Romeo y Julieta, es tan poderoso el lirismo y el refinamiento de la arrebatadora música del compositor francés, que es imposible resistirse a la emoción que se apodera del relato hasta desembocar en un desenlace de apasionada efusión.
La producción que ofrece el Municipal como tercer título de su temporada lírica, le hace completa justicia a la obra. La propuesta escénica, a cargo del prestigioso régisseur francés Jean-Louis Pichon -quien en sus anteriores visitas a Chile ha confirmado que el repertorio galo es su fuerte con Diálogos de Carmelitas (2005) y Los Pescadores de Perlas (2009)- consigue en este Romeo y Julieta un espectáculo sólido, fluido y lleno de detalles. Se nota una preocupación por la dirección de actores, el espacio escénico está muy bien aprovechado y el montaje, si bien tradicional y respetuoso con la historia, está lleno de vida y convicción.
Quizás sólo se le podría pedir a Pichon haber dejado solos en escena a los dos amantes cuando mueren, pues la música es tan sublime y apasionada que basta por sí misma, y la abrupta llegada de casi todos los personajes principales se siente un poco anticlimática. El montaje cuenta además con los hermosos diseños de escenografía y vestuario de Frédéric Pineau, fallecido este año, y la excelente y sugestiva iluminación de Michel Theuil.
Si el aspecto escénico destaca, al mismo nivel e incluso mejor está lo musical. Espléndida y refinada es la dirección orquestal de Yves Abel, un verdadero experto en el repertorio francés que debuta en Chile. Bajo su batuta, la Orquesta Filarmónica se muestra dúctil y atenta a los muchos detalles armónicos de la partitura de Gounod, que a menudo evoca a Wagner e incluso a Debussy.
Con una puesta en escena y una dirección musical de tal categoría, lo que más cabe esperar es un elenco a la altura. Y así es, porque se cuenta con una brillante pareja protagónica, que se luce y es creíble en lo vocal y en lo teatral. El tenor rumano Teodor Ilincai (Romeo) exhibe una voz hermosa, de generoso volumen y parejo registro, que se luce especialmente en las arriesgadas notas agudas, y también sabe matizar y recurrir a sutilezas muy adecuadas. Así, en el final de su célebre aria “Ah lève-toi, soleil!”, en vez de recurrir a la habitual nota alta cantada fuerte que dan muchos colegas, Ilincai la emite a media voz. A su lado, la soprano japonesa canta la primera Julieta de su carrera. Su agradable y bien timbrada voz es capaz no sólo de abordar las coloraturas y agilidades de fragmentos como la conocida aria “Je veux vivre”, sino además enfrentarse a la exigente “Amour, ranime mon courage” con un excitante despliegue de canto que arranca entusiastas y merecidos aplausos del público.
Del resto de los intérpretes internacionales, el barítono español Marc Canturri es un simpático Mercutio y la mezzosoprano francesa Gaëlle Arquez destaca en la chispeante canción del paje Stéphano, mientras entre los artistas chilenos, una vez más hay que destacar a nombres que habitualmente se lucen en el Municipal. Homero Pérez-Miranda interpreta a un noble y entrañable Fray Lorenzo; Evelyn Ramírez, una excelente nodriza Gertrudis; Luis Olivares, un muy logrado y bien cantado Tebaldo, y Sergio Gallardo logra sortear las dificultades del breve pero exigente rol de Capuleto. En otros papeles, están los chilenos Sergio Járlaz, Felipe Ulloa, Cristián Moya, Arturo Jiménez y Cristián Lorca. Muy sólido, como de costumbre, el coro que dirige Jorge Klastornik, en especial en el fragmento del prólogo, una suerte de coro griego.
Romeo y Julieta se presentará hasta el próximo martes 30 de julio, en tres funciones con este mismo Elenco Internacional, y en dos funciones con el Elenco Estelar, que contará con el debut en nuestro país del tenor estadounidense Zach Borichevsky, junto a los chilenos Paulina González, Patricio Sabaté, Ricardo Seguel y Marcela González, todos dirigidos por José Luis Domínguez.
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