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Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil del Perú - Segundo Concierto de Temporada, 12 de abril, Gran Teatro Nacional. Pablo Sabat, director. Solistas: Gonzalo Guerra, clarinete. Mauricio Quiñe, fagot. Lukáš Vondráček, piano.
Programa: R. Strauss: Duetto concertino en fa mayor para clarinete, fagot, arpa y orquesta de cuerdas, AV 147 / TrV 293; S. Rachmaninov: Rapsodia sobre un tema de Paganini, Op. 43; L. Beethoven: Sinfonía no. 5 en do menor, Op. 67
Por Gonzalo Tello (Ópera Perú)
Hace un tiempo vengo elogiando el trabajo que Pablo Sabat y equipo realizan con la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil, un trabajo sostenido de arduo esfuerzo y que se preocupa por ampliar repertorio y mejorar el nivel de los jóvenes músicos.
Esta temporada si que demuestra este avance, debido a la complejidad de cada programa y el alto nivel de los invitados internacionales que nos prometen. Hace poco, en su concierto inaugural 2015, la orquesta ofreció una dedicada versión del Concierto para piano de Grieg, junto al legendario Joaquín Achúcarro. En este segundo concierto de temporada no se quedaron atrás y ofrecieron un programa digno de una gran orquesta internacional y con un solista de primera.
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Siempre es un placer y una exquisitez escuchar obras de Richard Strauss, sobretodo las de su periodo de madurez, que son infrecuentes en nuestro medio. Las primeras décadas del siglo XX le trajeron un nuevo estilo compositivo al compositor alemán, mucho mas intimo e inspirado en el neoclasicismo. En esta oportunidad, la OSNJ mantuvo el formato de presentar solistas nacionales junto a internacionales en cada programa. En este concierto presentaron como solistas a los peruanos Gonzalo Guerra en el clarinete y Mauricio Quiñe en el fagot, interpretando el Duetto concertino en fa mayor para clarinete, fagot, arpa y orquesta de cuerdas, AV 147 / TrV 293, de Strauss.
La obra se inicia de manera camerística, con una bella entrada de los capos de los cuatro grupos de cuerdas y una bella primera melodia del clarinete. Entra el fagot con el resto de las cuerdas en un tema íntimo y juguetón propio del estilo tardío de Strauss. El diálogo entre los solistas va in crescendo y se vuelve frenético. El tiempo y volumen de cuerdas es correcto y bien controlado por Sabat. Durante el andante el arpa y fagot narran un tema pastoral apoyado por los segundos violines y el concertino, Lorenzo Costa. Durante el Rondó las cuerdas narran temas que hacen recordar las canciones de Mahler, y aquí destaca la precisión de los cellos y contrabajos para sostener ese tema. Hacia el Allegro ma non troppo final el concertino Costa pinta y adorna el ameno diálogo entre ambos solistas. El discurso se extiende recordándonos el estilo de óperas como Intermezzo o Capriccio. Ambos solistas dieron una lectura destacada de esta bella obra, así como la orquesta, con un placentero sabor straussiano.
Luego llegó el turno del pianista checo Lukáš Vondráček, joven intérprete que ha grabado varios discos para el sello ORF y ha destacado con orquestas del calibre de la Filarmónica de Londres, Gulbenkian, Philharmonia, San Petersburgo, Sinfónica de Viena, Nacional de Washington, Cincinatti, y la NHK de Japón. Reputado intérprete, ha pisado las grandes salas de concierto como Wigmore Hall, Carnegie Hall, Kennedy Center, Konzerthaus, Tornhalle, Cité de la musique, y ha sido dirigido por Marin Alsop, Christoph Eschenbach, Gianandrea Noseda y muchos otros.
Vondráček y la OSNJ asumieron el reto de interpretar la difícil Rapsodia sobre un tema de Paganini para piano y orquesta, Op. 43 de Sergei Rachmaninov. El solo hecho de interpretar tamaña obra ya es digno de admiración. Vondráček pudo sacarle el jugo al nuevo Steinway del Gran Teatro Nacional de elaborada manera.
Vondráček interpreta cual cirujano con fortes y pianos intercalados, junto al ritmo frenético que Sabat saca de la orquesta, con un sonido envolvente y preciso. Por momentos los pies del pianista golpean muy fuerte el pedal y se escuchan sobre las notas. La entrada de los metales es brillante y estupenda. Esta versión es fenomenal y el volumen que logra la OSNJ parece venir de una orquesta mas grande. La variación 18, la del tema mas famoso de la obra, es iniciado con melancolía y gracia, y recuerdan el romanticismo del famoso tema del último movimiento del Concierto no. 2 de este compositor. Esta obra es un viaje virtuoso para el pianista, y Rachmaninov logra plasmar en su obra una maestría digna de los conciertos para piano de Franz Liszt. El final inesperado y delicado de la obra es brillante, con una excelente coordinación permanente entre solista y director.
Aunque Vondráček recibió fuertes aplausos, aun nuestro público es apático y no retribuye justamente una entrega de ese nivel. El teatro sube las luces y anuncia el intermedio muy pronto y eso no ayuda a que se elogie suficientemente al solista.
Si bien la lectura que Sabat suele darnos de las sinfonías de Beethoven suele ser dinámica, con mucha audacia y descubriendo nuevas perspectivas, este no es el caso con la famosa Sinfonía no. 5 en do menor, Op. 67. Desde el inicio la energía y tiempo presto que Sabat le indica la orquesta ocasiona un problema de entrada de las cuerdas y maderas, que no terminan de emparejarse hasta la mitad del Allegro con brio. Aquí destaco la belleza y frescura con que entra el solo de oboe. Los cornos suenan muy fuertes sobre el conjunto. Durante el Andante con moto escuchamos un bello trio entre el clarinete, flauta y oboe. Los metales suenan marciales y las cuerdas están en mejor forma. Los cellos cantan su melodia con mucho legato. Los últimos dos movimientos son cronometrados y rápidos, destacando el Finale - Allegro en que orquesta en pleno, y sobretodo los metales brillan hacia un vertiginoso final.
La OSNJ debería aumentar el número de sus ejecutantes. Su brillo y belleza de sonido puede mejorar si sube la cantidad de músicos. También es preciso darle mas atención a este elenco respecto a la difusión de sus conciertos, ya que parece que no se le hace mayor promoción. El nivel de obras y solistas que presenta es de alto nivel, y sus bajos precios hacen inaceptable que el teatro esté a la mitad. El nivel de estos conciertos son excelentes para compartirlos en familia y poder introducir a los mas jóvenes al repertorio universal. El que estos conciertos no estén llenos se desdice con el trabajo que realizan los Elencos y el Teatro en cuestión de formación de públicos.
Por otro lado, y basado en mi experiencia observando a los músicos nacionales por bastante tiempo, creo que es preciso que tanto músicos juveniles como adultos puedan asistir a los conciertos de las orquestas europeas que se presentan en el país. Sería interesante que nuestros músicos puedan copiar esa pasión y gracia con la que interpretan los europeos. Muchas veces parece que los nuestros sufren y no disfrutan interpretando, como si lo hicieran mecánicamente. Cada concierto debe ser ejecutado con pasión, y al final de estos sería ideal ver sonrisas amplias y un reflejo de satisfacción. Espero que esto pueda contagiarlos y que en sus interpretaciones haya mas brillo. Sería un placer adicional, tanto para ellos como para el público, expresar esas ganas de tocar, y de seguro acrecentaría su nivel.
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