Fotos © Gran Teatro Nacional |
Nuestras dos orquestas nacionales interpretan juntas esta demandante sinfonía
Por Gonzalo Tello Para Luces
Temporada de invierno de la Orquesta Sinfónica Nacional. Director invitado: Pablo Sabat. Invitados: Leticia Moreno (violín) y la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil. Programa: Jean Sibelius: Concierto para violín y orquesta, Op. 47. Gustav Mahler: Sinfonía no. 1 en re mayor.
Gracias a la estrecha relación de los elencos del Ministerio de Cultura y en búsqueda de una experimentación musical, la Orquesta Sinfónica Nacional contó en su último concierto de abono, por primera vez, con la participación de la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil, para realizar una presentación especial en el Gran Teatro Nacional. Esta unión se dio para interpretar la Primera Sinfonía de Gustav Mahler, obra que requiere más de 100 ejecutantes y una amplia cantidad de músicos en las diferentes secciones, especialmente metales y percusión. Las dos orquestas nacionales, dirigidas por Pablo Sabat, interpretaron esta gran obra cumpliendo sus requerimientos.
El programa se inició con el Concierto para violín y orquesta en re menor de Jean Sibelius, reconocido compositor nacido hace 150 años. Leticia Moreno, joven y destacada violinista española de origen peruano, fue la solista encargada de dar el homenaje al finlandés. Moreno se ha presentado en importantes escenarios desde muy joven, fue alumna de Maxim Vengerov y Mstislav Rostropovich y ha ganado importantes premios internacionales.
En esta primera parte la OSN acompañó a Moreno, quien con postura discreta y moderada navegó por la obra con un arco que parecía flotar sobre las cuerdas. Solemne y elegante, ofreció un sonido claro y sincero sobre una amplia cadenza extendida en los dos primeros movimientos. Sobre el final Allegro ma non tanto hay un diálogo de tipo camerístico de la solista y los capos, en que Moreno agrada con melodías interpretadas con rubato y un aire gitano evocador. La orquesta, aunque algo dispersa al inicio, ofreció sonidos contundentes de las trompetas y cuerdas portentosas sobre el Adagio. La batuta de Sabat fue siempre precisa y destacó especialmente en el bello crescendo inicial. Moreno regaló como bis el tema “Nana” de Manuel de Falla, acompañada por Clelia Mertens al arpa.
Mahler destaca por la precisión con que describe los movimientos de sus sinfonías, algo posiblemente inspirado por Schumann. Su primera sinfonía, llamada “Titan” en un inicio, es la primera de una serie de sinfonías que requieren grandes orquestas y coros, y varias de ellas ya las hemos podido disfrutar gracias a satisfactorias interpretaciones de la OSN en los últimos tres años.
El primer movimiento, en que escuchamos perfectas trompetas a lo lejos, trae una melodía misteriosa y moderna. El misterio se transforma en una melodía pastoral que se repite constantemente. El tercer movimiento, que es una marcha fúnebre, destaca particularmente en esta obra. El final, Stürmisch bewegt (Agitato) requiere de la orquesta en pleno que, en fortíssimo y con pasajes marciales, ejecute con virtuosidad y logre el éxtasis musical. La mano precisa de Sabat es indispensable para mantener la cohesión de cada grupo. Sus tiempos son correctos y obtiene vigor de los ejecutantes.
Como primera vez este intento de fusión de orquestas fue muy positivo, a pesar de que las cuerdas no tocaban al unísono, o los cornos fallaron por la mala ejecución de algunos elementos. Aunque la interpretación no fue perfecta, el resultado del arduo trabajo demostró que si ambos elencos trabajan juntos más seguido, podremos escuchar otras importantes obras post-románticas, como por ejemplo las sinfonías de Bruckner, compositor pendiente en nuestros escenarios.
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