Ciclo Sinfónico - Sociedad Filarmónica de Lima. Mischa Maisky, chelo. Solistas de Tel Aviv. Barak Tal, director. Obras de Mozart, Tchaikovsky, Bruch, Prokofiev y Haydn. Rating: ⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️
Por Gonzalo Tello
El esperado regreso a Lima de Mischa Maisky, uno de los músicos mas virtuosos del orbe y el mas grande chelista de hoy, no podía ser mejor que en el marco del Gran Teatro Nacional, acompañado de los Solistas de Tel Aviv, orquesta de cámara compuesta por jóvenes de estilo y carácter impetuoso que tocan disfrutando de cada compás y en complicidad con sus compañeros.
Si hablamos de lo que fue en su tiempo asistir a un recital de Pau Casals o Mischa Rostropovich, hoy podemos decir lo mismo de Mischa Maisky, no solo gran artista por la depurada técnica, sino porque es uno de esos pocos que logra “resucitar” a los compositores con un lenguaje que llega directamente a la mente y al corazón. Es lo que sería Schiff o Argerich en el piano, o Vengerov en el violín.
Esta velada es especial por lo variado y sofisticado del repertorio, especialmente en el orden que es tocado. Inicia con la brillante Sinfonía “Júpiter” K. 551 de W.A. Mozart, una de sus obras mas refinadas, inspiradas y virtuosas. El sonido camerístico de los Solistas de Tel Aviv sugiere sutilezas delicadas, especialmente en las cuerdas. La precisión como Barak Tal lleva al conjunto hace que su sonido logre el efecto de una orquesta grande.
Maisky interpreta una poco conocida de Tchaikovsky: Versión para chelo y orquesta del “nocturno”, de las “Seis piezas para piano, Op. 19”. En su particular atuendo y presencia característica, Maisky dibuja con el cuerpo las notas de esta obra que concluye con un diminuendo que se diluye en el espacio. Sin pausas, interpreta el “Kol Nidrei, Op. 47” de Max Bruch, con una franqueza y sonido que nos dejan inmóviles. La plegaria de esta intima obra nos llega como flechazo al alma con una franqueza indiscutible.
La orquesta interpreta una versión estupenda de la “Sinfonia clásica” de Prokofiev, obra llena de brillo y estilo neoclásico con un lenguaje propio. La orquesta supo darle clase y color, y los músicos, sonrientes y precisos, se divertían en la interpretación con miradas cómplices.
Maisky cierra el programa con una obra que ha grabado hace décadas y ha interpretado innumerables veces: El “Concierto no. 1 en Do mayor” de Haydn. Obra con melodías directas, Maisky inicia sus entradas en pianissimo y con hermosos crescendos. Su chelo Montagnana de 1720 aporta un sonido barroco, especialmente en los graves.
Un concierto de tal intensidad y con un testamento tan contundente como es el mensaje de Maisky no podía terminar ahí, por lo cual cierra con dos brillantes obras de Tchaikovsky: Las dos últimas “Variaciones Rococó” y el “Andante cantabile”, célebre pieza adaptada para toda serie de instrumentos y conjuntos.
(Publicado en Luces del diario El Comercio el martes 13 de setiembre del 2016)
No hay comentarios:
Publicar un comentario