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06 agosto 2009
Muerte en Venecia de Britten en México

(Vía ProÓpera)
No posaré.
No diré que soy un entusiasta de Muerte en Venecia de Benjamin Britten, ni que el tema de la novela de Thomas Mann me quita el sueño o que prefiero la película de Luchino Visconti a Crepúsculo. Existe un mar de disquisiciones estético-filosóficas menos plomizas y hasta entretenidas que me parecen prioritarias.
Ya, lo dije. Es mejor así. Con sinceridad pueden entenderse las personas y el arte.
En ese sentido, asistí al estreno en México de Muerte en Venecia, título con el que la Compañía Nacional de Ópera continuó su Temporada 2009, presentado en cuatro funciones: 5, 7, 9 y 12 de julio, en el Teatro Julio Castillo del Centro Cultural del Bosque. Acaso sin demasiada expectativa al entrar, salí muy satisfecho del espectáculo.
Y no por la temática que muestra el conflicto entre lo apolíneo y lo dionisiaco a través de una serie de emociones vitales ante la vejez y la muerte y una retahíla interminable de divagaciones y peroratas interiores que el protagonista pronuncia en su contemplación psicologizante para, al final de cuentas, justificar, pero no aceptar, atormentándose por ello, que se le está haciendo agua la góndola. Puesto que ahí, donde él mira la belleza más platónica, un buga es ciego o simplemente desinteresado, indiferente. Tampoco la partitura de un compositor avezado en su bagaje técnico-musical al servicio del drama, de particular belleza en pasajes dancísticos, que sin embargo en su estreno no tuvo la resonancia de otras óperas de su catálogo, me pareció lo más memorable en esta ocasión.
Lo que me hizo valorar particularmente esta serie de funciones fue sin duda la puesta en escena, su interpretación. Jorge Ballina logró hacer magia auténtica, que como sabemos no es más, pero tampoco menos, que un artilugio que logra hacernos creer lo que no es. Su diseño de escenografía pareció decirnos nada por aquí, nada por allá, para de pronto, con un mecanismo preciso e ingenioso, continuo, hacer aparecer embarcaciones navegantes, puertos, lobbys y cuartos de hotel, playas, muros, callejones, canales de agua y muchos otros contextos y escenarios necesarios para el desenvolvimiento puntual de la trama.
Ballina dejó en claro que como escenógrafo es un ilusionista. Y su dirección escénica, debutante, no desmereció, llena de fluidez y teatralidad pocas veces vistas en la escena operística nacional, estuvo en perfecta sincronía en concepto y ejecución con la iluminación de Víctor Zapatero, el vestuario de Tolita y María Figueroa y el movimiento corporal de Verónica Falcón.
La parte canora fue encabezada por el tenor estadounidense Ted Schmitz, de voz más bien delgada y poco voluminosa, pero de gran resistencia y musicalidad, que unió a un conocimiento perfecto del rol de Gustav von Aschenbach. El barítono Armando Gama interpretó los siete papeles breves de la obra (Viajero, Catrín, Gondolero, Gerente de hotel, Barbero, Jefe de cómicos, Voz de Dioniso), con una prestancia vocal e histriónica incuestionables. Como la voz de Apolo, el contratenor Santiago Cumplido cumplió pero con un instrumento destemplado y de afinación incierta.
La Orquesta y el Coro del Teatro de Bellas Artes —esta vez preparado por Cara Tasher— cumplieron con un desempeño elevado para su media, manteniendo la tensión dramática y dando relieve a los pasajes solistas, con la batuta concertadora de Christopher Franklin, quien hace algunos meses también visitara nuestro país: Guadalajara, Jalisco, para dirigir un concierto con el tenor peruano Juan Diego Flórez.
Pero la verdad, y alguien tiene que decirla, lo más valorado y sobrevalorado para muchos de los asistentes que llenaron el teatro (lo que en fechas recientes ni Rigoletto consigue) pero a ratos dormitaban bajo el sopor de la obra, fue el Tadzio del bailarín Ignacio Pereda, quien, como a Aschenbach, hizo suspirar a más de uno hasta la locura. O loquera. Será que como afirmara festivo un señor a su joven pareja antes de iniciar la función, “Muerte en Venecia es para la comunidad lírica gay como que a los franceses les toquen La Marsella o a los mexicanos el México lindo y querido”. Yo respeto, como dijera Velibor Bora.
11 mayo 2009
Londres reestrena sombría "Peter Grimes" de Benjamin Britten
(REUTERS) Algunas personas visitan la localidad de Aldeburgh, sobre la pedregosa costa este de Inglaterra, para ver el lugar donde el autor Benjamin Britten ambientó su desgarradora ópera de venganza colectiva "Peter Grimes".
Muchos ignoran que la visita es el equivalente en el cine a acudir al Bates Motel de la película "Psycho".
"No escuchamos hablar mucho sobre Benjamin Britten", dijo Norma Condy de Bexley Heath, en Kent, mientras estacionaba una bicicleta cerca del banco un día ventoso.
"¿Se trata de rock pesado?", preguntó la mujer.
Ella y su esposo caminaban hasta una escultura en forma de ostión de cuatro metros de alto, sin saber que se trata de un tributo a la obra maestra de Britten sobre una comunidad ficticia, "el pueblo", que clama por la cabeza del pescador Grimes después de que éste pierde dos aprendices en altamar.
Grabada sobre el borde de la concha de acero, puede leerse una línea de "Peter Grimes": "Escucho esas voces que no se ahogarán", contra el cielo gris que cubre el condado natal de Britten, Suffolk, y el Mar del Norte rasgando la costa.
Es una obra oscura como pocas.
A punto de reestrenarse el sábado en la cuarta nueva producción del English National Opera (ENO, por su sigla en inglés), sucesora de la compañía que montó el estreno en 1945, parece que "Peter Grimes" no ha perdido su capacidad de escandalizar y entretener.
"Es la historia de un forastero y la comunidad, se trata de esta eterna y terrible lucha entre alguien que es diferente y que trasgrede las leyes de una comunidad, y de una comunidad que necesita un chivo expiatorio", dijo el director David Alden, de 58 años.
Su puesta en escena hará que la ópera sea más oscura aún. El pueblo será más claramente culpable de la muerte del segundo aprendiz de Grimes y la dama que cuida la posada y atiende el pub "The Boar" es un travesti masculino, según la producción.
"Grimes" fue un éxito instantáneo en la Londres de posguerra hambrienta de cultura y su influencia tuvo tal alcance que según cuenta la historia un conductor de colectivos -poco proclive a ir a la ópera- les anunciaba a sus pasajeros: "Esta es la parada para Peter Grimes".
Montada por primera vez en Sadler's Wells, su impacto fue similar al de una obra maestra fundamental como la oscura y poderosa "Wozzeck" de Alban Berg de 1925. Su lado musical es comparable con "West Side Story" de Leonard Bernstein, y su morbosidad se asemeja a la de la popular operetta "Sweeney Todd" de Stephen Sondheim.
Uno de los momentos más terroríficos de la ópera ocurre cuando "el pueblo" se vuelve contra Grimes después de que éste pierde su segundo aprendiz.
Cuando el coro de 72 cantantes ruge "GRIMES" a todo volumen "provoca que se me erice el cabello", dijo el cronista de ENO, David Dyer.
EL SONIDO DEL MAR
La ópera está inspirada en el poema del siglo XVIII "The Borough" (El pueblo) de George Crabbe, una colección de esbozos sobre la vida y la gente de Aldeburgh, entre los que se encontraba un sádico pescador llamado Peter Grimes. Que lo haya escrito Britten no es sorpresa.
El y su compañero, el tenor Peter Pears, eran pacifistas que huyeron a Estados Unidos de la Gran Bretaña en 1939, regresando en 1942 en parte porque Britten había desarrollado una fascinación por el poema de Crabbe.
Pulieron las partes más burdas, haciendo a Grimes parecer poético y visionario. Pero él sigue siendo un forastero. Como uno de los más famosos homosexuales semi-asumidos de la Gran Bretaña de mediados de siglo XX, Britten sabía lo que eso significaba.
Por una ley del Parlamento en 1967, la homosexualidad quedó legalizada entre los mayores de edad y en principio sólo en Inglaterra y Gales.
Britten creció en Lowestoft, no lejos de Aldeburgh, su hogar durante gran parte de su vida adulta. El conocía el terreno y el sonido del mar, capturado inolvidablemente en cuatro interludios orquestales.
Los lugares donde la ópera se desarrolla -el Moot Hall al estilo Tudor de la escena del juicio inicial, y pubs como The Boar -todavía existen, en una versión real de un set de rodaje de Hollywood.
"Ah, ya entiendo. Veo completamente de dónde proviene esta música, veo completamente de donde viene esta historia", dijo Stuart Skelton, el corpulento tenor australiano que hará de Grimes para ENO, después de visitar Aldeburgh.
Pescadores barbudos remiendan redes en la playa: "Como un túnel del tiempo", dijo Skelton.
Sin embargo Nicholas Clark, un bibliotecario de la Fundación Britten-Pears que conserva 80.000 objetos de correspondencia en la sencilla casa de Aldeburgh donde ambos vivieron, dice que el ángulo autobiográfico, especialmente el énfasis en la homosexualidad, puede ser exagerado.
"Britten y Pears eran marginales, objetores de conciencia y pacifistas durante la guerra, lo habían pasado bastante mal y por supuesto eran ambos homosexuales", dijo Clark.
"Pero esencialmente era una representación ficticia. Creo que Britten mismo dijo que no sólo estaba ambientada en Aldeburgh, es una ciudad universal y propia de todo hombre. Y resalta los peligros de enfrentar a un hombre con la sociedad, o en efecto enfrentar a la sociedad con un hombre", agregó.
Britten y Pears imprimieron vida a una oscura aldea de pescadores con la fundación del Festival Aldeburgh de música y arte, que ha estado funcionando durante más de 60 años y cada verano atrae a miles de turistas.
"Ellos vinieron a una comunidad que realmente los aceptó", dijo Clark.
Dicho eso, con la aldea real y la ópera ficticia confundiéndose tan fácilmente, es difícil no pensar en que hay algo profundamente personal sobre la obra.
13 mayo 2008
La complejidad de Britten y su "Muerte en Venecia"

Con experiencia en montajes y obras de Britten, Decker está acabando de montar en el Liceo una ópera con dirección musical de Sebastian Weigle y que no programan muchos teatros, según el director artístico del teatro lírico barcelonés, Joan Matabosch.