La soprano finlandesa, defensora de los derechos de la mujer y de la igualdad, protagoniza estos días en el teatro madrileño «Katia Kabanova», de Janácek, y asegura que «historias como ésta pueden suceder hoy en día, por eso es necesario contarlas».
Poco asidua a los escenarios españoles, sobre todo los operísticos, Karita Mattila se ha convertido en la gran triunfadora -gracias a su voz y su poderosa presencia dramática- de «Katia Kabanova», de Janácek, que en el montaje de Robert Carsen se puede ver en el Teatro Real hasta el 23 de diciembre. La soprano finlandesa reconoce su admiración por el compositor checo y el tratamiento que éste hace de sus personajes, en especial los femeninos, de los que ha interpretado Jenufa y el que ahora la trae a Madrid, Katia, protagonista de una historia que «puede ser la misma de muchas mujeres que no pertenecen a una época determinada. Sabemos que entonces, en el campo, las mujeres eran tratadas así, pero creo que vale la pena contarla -afirma-. Su personaje es la combinación de la inocencia y su falta de capacidad para tener una reacción fuerte y dura. Ella espera la paliza que le da el marido, porque es lo normal en esa sociedad, pero no espera su propia reacción interior de culpabilidad, fruto de sus sentimientos religiosos. Hay que acercarse a esta historia sin juicios ni prejuicios».
-Usted, que ha interpretado numerosos personajes femeninos verdianos, siempre ha mostrado, sin embargo, su predilección por los de Janácek...
-He interpretado dos personajes de Janácek, Jenufa y Katia, y dentro de un par de años cantaré «El caso Makropulos» con el maestro Jirí Belohlávek, algo que me hace mucha ilusión. Es un compositor fascinante, y sus historias tienen un gran interés. Para una cantante moderna con ambición es una situación ideal pues tienes que interpretar la parte musical y la dramática. Sin menospreciar el reto que supone cantar a Verdi, en las obras de éste los personajes femeninos necesitan de un director de escena con mucha fuerza y muy interesantes para poder dar vida a lo que está sucediendo sobre el escenario. Tienen que tener una gran imaginación.
-Janácek profundiza mucho en la psicología de las mujeres...
- Por eso estoy fascinada por Janácek, porque estamos hablando de historias que nos hacen preguntarnos por qué ha puesto la mujer como elemento central de la obra. No era especialmente feminista, pero en sus obras les da un espacio y una profundidad muy importantes. También lo hizo Beethoven en «Fidelio». Además, el talento de Janácek lleva a los cantantes y al público más allá de la propia obra. Para mí es interesante trabajar este tipo de papeles con un equipo que también quiere profundizar. Nunca son obras convencionales. A título personal, todo lo que tiene que ver con la vida de las mujeres, con sus derechos, los derechos humanos y la igualdad es muy importante para mí.
-¿Qué le parece el trabajo de Robert Carsen y qué es lo que busca cuando acepta una puesta en escena determinada?
-Para mí es importante la elección del director de escena. Hay algunos a los que conozco muy bien y entonces me resulta fácil tomar una decisión para aceptar cualquier oferta. Con Carsen ya trabajé en 1996 en «Lohengrin» en París, y definitivamente me gusta su manera de acercarse a la obra. Pero también quiero mencionar la labor de su asistente, que es muy buena. Se habla poco de ellos, capaces de llevar adelante un montaje cuando los directores están ocupados en otro lugar. El resultado de esta producción es estupendo pero tengo que decir que técnicamente no ha resultado muy agradable e incluso peligroso al estar todo el tiempo con los pies mojados, envuelta en toallas, con miedo a coger un resfriado. Menos mal que estamos en Madrid y no en Finlandia (se ríe). Termino la función con el culo y todo mojado pero a fin de cuentas nadie pregunta la opinión al cantante. Se supone que no es lo importante. De todas maneras, después de ver a los bailarines todo el tiempo en el agua, y ver lo duro que es su trabajo, creo que no tengo derecho a quejarme.
-Entre sus retos se encontraba el de cantar en un futuro el papel de Brunilda, ¿para cuándo?
-Eso lo dije hace unos años. A medida que me voy haciendo mayor tengo que estar segura de que tengo la voz adecuada para ciertas obras. Ahora estoy cantando menos. Antes incluía uno, dos o tres obras nuevas al año y ahora me gusta mucho reponer mi repertorio. Hace un par de años canté «Lohengrin» y consulté a dos músicos amigos sobre la posibilidad de cantar Isolda y uno me dijo que sí y el otro que no. Realmente echo de menos a mi profesora, que ahora está muy enferma, y a veces me falta la persona con la que consultar estos temas. Hay pocas personas de las que me fío: uno o dos directores musicales, y, desde luego, de los sobreintendentes de ópera, en absoluto. Ahora canto menos para mantener la flexibilidad y la frescura y estoy disfrutando mucho de la versatilidad del repertorio italiano. En cuanto a Wagner, tengo una relación complicada con él. Como dice mi colega Ben Heppner, no lo tenemos todo.
-Ha visitado poco nuestro país, ¿a qué se debe?
-No lo sé. Canté en la Zarzuela en 1994, y tengo muy buenos recuerdos. Ahora estoy muy contenta en Madrid y en esta misma temporada, en primavera, cantaré «Fidelio» en el Liceo. Dos veces en la misma temporada después de tanto tiempo, aunque para el futuro no existen conversaciones.
-Conoce al nuevo director artístico del Real, Gerard Mortier.
-Le conozco bien, y le deseo buena suerte al Teatro Real.
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