03 mayo 2012

"Don Carlo" de Verdi brilla en el Teatro Municipal de Lima con elenco de lujo


Fotos cortesía de Javier Súnico 

Por Gonzalo Tello
Operaperu.com

Llegó la quinta edición del Festival Internacional de Ópera “Alejandro Granda’, a Lima. La misión de este Festival, dirigido por Ernesto Palacio, es la de ofrecer espectáculos de primer nivel y levantar el nivel cultural de nuestra ciudad, así como, de manera indirecta, competir con nuestros vecinos como una plaza importante del circuito internacional, algo que debería ir mas allá del interés del mundo lirico y trascender al público masivo de que se trata de poner a Lima como foco cultural importante. Pese al poco apoyo de muchos sectores, sobretodo el gubernamental y el desinterés de la prensa tradicional, embobada con espectáculos efímeros, este Festival felizmente cuenta con el apoyo de un grupo de personas y empresas que quieren mantener la produccion de espectáculos de nivel en nuestra ciudad.


Palacio nos sorprende esta vez con un ensemble excepcional en una obra monumental. Se logra juntar a un elenco de seis grandes voces en la opera más complicada de Giuseppe Verdi: Don Carlo. El principal motor para embarcarse en tamaña obra es el requerimiento de dos importantes cantantes, Daniela Barcellona e Ildar Abdrazakov, para interpretar los roles de Eboli y Filippo II, respectivamente, en las celebraciones por el bicentenario de Verdi en el Teatro Regio di Torino en 2013. Una buena oportunidad para que estos cantantes puedan prepararse es debutar esos roles en Lima. Junto a ellos, Palacio logra contratar a uno de los más importantes tenores de su generación, el italiano Giuseppe Filianoti, reconocida figura de La Scala de Milan, y más recientemente del Metropolitan de Nueva York para acompañarlos como el que da el titulo a la obra. Junto a ellos volvemos a ver a grandes figuras en nuestra ciudad, la soprano búlgara Radostina Nikolaeva y el noble bajo italiano Marco Spotti quienes completan el reparto junto al promisorio barítono italiano Marco Caria, contratado a último minuto para reemplazar a Claudio Sgura, quien se enfermó antes de volar a Lima.

Si bien juntar a un elenco de este nivel sobre todo en nuestra región es casi imposible, mas difícil es encontrar una produccion que se adecue a los estándares de nuestro principal teatro y sea atractiva y digerible para un público poco acostumbrado a una ‘Grand Opera’ de este tipo, por momentos densa y oscura. Esta se encontró muy cerca, en Colombia, de donde se hicieron las gestiones para traer esta producción encabezada por el argentino Alejandro Chacón, con el equipo de Adan Martínez (vestuario), Nicolás Boni (escenografía)  y Caetano Vilela (iluminación).


“Don Carlo” debe ser la ópera más compleja y difícil de Verdi, con una música mal llamada “wagneriana”, que olvida las escenas aisladas del bel canto y funde sus números musicales en una sinfonía inacabada llena de inspiración de principio a fin. Esta obra toca temas que pueden ser actuales, como la opresión, la depresión, la inseguridad, lealtad, rebelión y opresión religiosa, todos temas que a Verdi le apasionaban y que están presentes en varias de sus obras. Compuesta originalmente en francés, en cinco actos y modificada hasta con siete versiones finales, llega a Lima en la versión en italiano en cuatro actos, que se inicia en el Monasterio de San Yuste, y en el que Don Carlo comenta los sucesos previos que no vemos en la acción, que desencadenan la trama. La historia original es de la obra de teatro escrita por Schiller.

Esta producción dirigida por Chacón es una expresión minimalista que logra aliviar el peso de tener que construir diferentes escenografías para cada escena, por ende mayor costo, duración y dificultad técnica. En un solo escenario que se modifica de acuerdo a las escenas y muta de forma armónica hasta terminar en el principio, describe no solo cada lugar marcado por el libreto, sino además los estados de ánimo de cada personaje. En esta ópera, Verdi se corona como el gran psicoanalista que era, desmenuzando a seis personajes principales. Chacón acierta en los detalles de cada cantante, y en resolver ciertos problemas que resultan increíbles, como la escena en que Carlo confunde a Eboli con Elisabetta, o en mantener a Eboli en escena en momentos clave en que le es más claro al espectador su figura protagónica en el drama y su posición de amante oficial del Rey. La resolución del escenógrafo Nicolás Boni es estupenda y logra un espectáculo no solo dinámico, sino poderoso, sobretodo en el cambio de escena previo al “Auto da Fe”. La iluminación jugó bien con la puesta, aunque podría afinarse aun más. Los vestuarios diseñados por Adán Martínez brillan por su calidad y presencia, muy buenos acabados, y le dan toda la magnificencia y peso a la historia, dándole el balance a la producción minimalista. Sorprende especialmente la cantidad de vestuarios que sobretodo Eboli y Elisabetta deben lucir durante diversas escenas. 


Giuseppe FIlianoti es un “Don Carlo” de oficio. Este tenor calza perfecto con los roles belcantistas de Donizetti y es un excelente mozartiano. Su Don Carlo si bien pierde en los agudos extremos, tiene una musicalidad muy italiana, muy sincera y fluida. Aunque el personaje es muchas veces ingrato para los tenores, Filianoti logra plasmar su idea del personaje. Pocas veces Lima puede disfrutar del oficio de un tenor de su experiencia.


La gran mezzosoprano italiana Daniela Barcellona ya tiene acostumbrado al público peruano a su gran presencia escénica y domino técnico de la voz en los roles belcantistas que ha interpretado. Verdi es una nueva etapa en su carrera y Eboli es un rol difícil, que la lleva al extremo de su rango vocal. Sorprende como Barcellona tiñe su voz con un color opaco, oscuro y tenebroso, dándole mayor realce al personaje. Su entrada en la “canción del velo” si bien no es de la más delicada, y carece de sutileza y la propone más bien una expresión de bravura, en esta ella logra imprimir su propia interpretación acomodando la voz. Impresiona gratamente durante el trío del segundo acto. Finalmente durante su gran momento, el de la confesión y el del “O Don Fatale” Barcellona demuestra su obsesión por el trabajo con la técnica, sin dejar de lado el dramatismo e ímpetu acostumbrados. A pesar del esfuerzo que representa el rol sale airosa, desatando gratos aplausos.


El bajo ruso Ildar Abdrazakov es el Boris Christoff de nuestros días. Gran bajo con nobleza, impresionante presencia escénica, perfecta dicción del idioma y sentido exquisito de la musicalidad. En Verdi encuentra una mina de oro para explotar sus capacidades. Es sin duda uno de los bajos más importantes del mundo y es un privilegio poder apreciarlo debutando nuevos papeles que harán que hablar a crítica y público. Potente en su entrada y durante el dúo con Posa; imponente durante el ‘Auto da fe’ y especialmente intimo durante el aria “Ella giammai m’amo”. La inicia delicadamente, a ‘mezza voce’, como en trance, meditando o soñando el por qué del desamor. Luego vuelve en sí y retoma su carácter de Rey despiadado, cuando en verdad Felipe es un hombre con muchas inseguridades y necesidades. Lograr proyectar matices tan complejos y fiatos eternos sobre el escenario es un merito de pocos en el que Abdrazakov destaca.


Radostina Nikolaeva es una soprano con una voz idónea para los roles maduros de Verdi. Como Elisabetta tiene una voz delicada, de profundo sentido lirico y buen desempeño escénico. La reina es un personaje deprimido y aislado, característica que Nikolaeva sabe expresar en buena manera. Durante su gran aria “Tu, che le vanita”, hace alarde de todas sus cualidades. En una mezcla de gran Legato, pianos, vibrato y un sentido muy elegante y entregado, sabe imprimir su sello como gran intérprete verdiana, la cual debe tener gran éxito también en otros roles como Amelia o Desdémona.


El barítono Marco Caria debe ser la sorpresa del Festival. Ganador de varios premios internacionales y el solista con la carrera más corta de este elenco, goza de un timbre y potencia de los barítonos italianos con vena verdiana. Su técnica es solida, tiene potencia y belleza interpretativa. Desata la ovación del publico al final de su aria “Per me giunto” del tercer acto.

 

El bajo italiano Marco Spotti, a pesar de la brevedad de su rol como el Gran Inquisidor, es arrollador en el dúo con Filippo II. También cuenta con una nobleza en la voz, perfecta dicción y emisión y sentido dramático. No en vano es el bajo favorito de las producciones en La Scala de Milán y principales teatros europeos.

El maestro Eugene Kohn, reconocido músico quien ha trabajado con cantantes desde Maria Callas, Birgit Nilsson o John Vickers, hasta las estrellas de nuestros días como Plácido Domingo, Roberto Alagna y Angela Gheorghiu, demostró una gran dedicación dirigiendo a la Orquesta de la Universidad de Lima cuidando al máximo los detalles de la interpretación. Uno de los defectos de no tener elencos estables en nuestras temporadas de ópera hace que muchas veces los matices de ciertas obras no sean interiorizados por estos músicos. Kohn dedica especial atención por cada grupo de instrumentos, logrando matices y colores fabulosos de esta gran orquesta de más de 70 músicos. Además hace un gran trabajo dirigiendo claramente a cantantes y Coro, permanentemente estando tras la unidad del conjunto. Todos los músicos interpretaron fabulosamente, estando a la altura de la obra y elenco.


El Coro Nacional dirigido por Javier Súnico cumple con las exigencias del rol, y se desenvuelve bien sobre el escenario, pese a que siempre demuestra tensión sobre la escena y no los hace ver ‘en personaje’. Esto es algo que cada miembro del elenco debe seguir trabajando personalmente.

La soprano Rosa Parodi destaca positivamente en el rol de Tebaldo, logrando un bello efecto de voz junto a Barcellona en la ‘canción del velo. Interesante también la voz del tenor Juan Pablo Marcos en el breve rol del Araldo, con buen sentido musical y bello timbre. El bajo Humberto Zavalaga como el fraile (Carlos V) y la soprano Jacqueline Terry como la Voz del Cielo cumplen con sus breves roles.

Este “Don Carlo” ha sido una grata experiencia que quedará en el recuerdo del público de Lima. Un público que como nunca antes puede disfrutar de no solo uno, sino de toda una serie de montajes de calidad internacional, algo imposible de pensar hace pocos años.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo la vi y estuvo genial!!! Buen escenario, buen vestuario, lastima la poca afluencia, y bueno el programa debio estar incluido en el precio y no venderlo en el mismo teatro!!! Las entradas de Cazuela alta, por etica, no deberian venderlas, pues de ahi no se ve nada de nada.