Via ProÓpera
Calificada como “ópera de director” -sin que la parte vocal, de gran relieve, haya sido desestimada nunca, en modo alguno- la representación de Carmen en forma de concierto, en la sala Ríos Reyna del Teatro Teresa Carreño, fue propicia para constatar que las interpretaciones del joven larense Gustavo Dudamel (28 años) resultan plenamente disfrutables por empaste, claridad, delicadeza y vigor rítmico. El nuevo conductor de la Filarmónica de Los Ángeles, esta vez al frente de la Orquesta Sinfónica de la Juventud Venezolana Simón Bolívar, exploró las amplias posibilidades de la partitura y puso nuevamente de relieve la energía, el talento y la musicalidad que le han generado encendidas ponderaciones en casi todo el mundo. La chispa, el genio de Bizet, fueron exhaustivamente preservados.
Los solistas, formalmente ataviados, cumplieron dignos desempeños, particularmente la protagonista femenina, Natascha Petrinsky, de la cantera austríaca, quien encarnó, con rotundidad canora, a una heroína seductora y satánica, no exenta de delicadeza expresiva, cualidades con las cuales compensó el acartonamiento inherente a las óperas carentes de atractivos visuales.
El tenor canadiense Lance Ryan, ganador de la competencia As.Lá.Co Internacional de Milán en 2002 y alumno nada menos que de Carlo Bergonzi, defraudó al abordar la hermosa romanza La fleur que tu m¨avais jetée, cantada sin elegancia ni efusión lírica, aunque en los actos tercero y cuarto se mostró como artista sensible, de fáciles agudos y plausible solidez.
La Micaela de Alexia Voulgaridou, soprano griega apadrinada por Colin Davis, satisfizo en grado sumo por su timbre brillante y musicalidad irreprochable, en tanto que el Escamillo del bajo-barítono moscovita Alexander Vinogradov recibió merecidos vítores gracias a su emisión límpida y su registro generoso.
Del resto del elenco sobresalió el Zúñiga de Francois Lius, discípulo del Conservatorio Nacional de Música de París, por su extenso rango vocal y su fraseo cálido y comunicativo. Y correctísimos, musicalmente, Tara Venditti (Frasquita), Mathias Hausmann (Morales), así como los venezolanos Mariana Ortiz (una Mercedes de lujo, de voz nítida) y el tenor Idwer Álvarez como El Remendado. El Coro Sinfónico Nacional Juvenil de Venezuela, la Camerata Barroca de Caracas y los Niños Cantores cumplieron cabalmente su labor. La Sinfónica Simón Bolívar, reiteramos, estuvo a la altura de las exigencias.
Calificada como “ópera de director” -sin que la parte vocal, de gran relieve, haya sido desestimada nunca, en modo alguno- la representación de Carmen en forma de concierto, en la sala Ríos Reyna del Teatro Teresa Carreño, fue propicia para constatar que las interpretaciones del joven larense Gustavo Dudamel (28 años) resultan plenamente disfrutables por empaste, claridad, delicadeza y vigor rítmico. El nuevo conductor de la Filarmónica de Los Ángeles, esta vez al frente de la Orquesta Sinfónica de la Juventud Venezolana Simón Bolívar, exploró las amplias posibilidades de la partitura y puso nuevamente de relieve la energía, el talento y la musicalidad que le han generado encendidas ponderaciones en casi todo el mundo. La chispa, el genio de Bizet, fueron exhaustivamente preservados.
Los solistas, formalmente ataviados, cumplieron dignos desempeños, particularmente la protagonista femenina, Natascha Petrinsky, de la cantera austríaca, quien encarnó, con rotundidad canora, a una heroína seductora y satánica, no exenta de delicadeza expresiva, cualidades con las cuales compensó el acartonamiento inherente a las óperas carentes de atractivos visuales.
El tenor canadiense Lance Ryan, ganador de la competencia As.Lá.Co Internacional de Milán en 2002 y alumno nada menos que de Carlo Bergonzi, defraudó al abordar la hermosa romanza La fleur que tu m¨avais jetée, cantada sin elegancia ni efusión lírica, aunque en los actos tercero y cuarto se mostró como artista sensible, de fáciles agudos y plausible solidez.
La Micaela de Alexia Voulgaridou, soprano griega apadrinada por Colin Davis, satisfizo en grado sumo por su timbre brillante y musicalidad irreprochable, en tanto que el Escamillo del bajo-barítono moscovita Alexander Vinogradov recibió merecidos vítores gracias a su emisión límpida y su registro generoso.
Del resto del elenco sobresalió el Zúñiga de Francois Lius, discípulo del Conservatorio Nacional de Música de París, por su extenso rango vocal y su fraseo cálido y comunicativo. Y correctísimos, musicalmente, Tara Venditti (Frasquita), Mathias Hausmann (Morales), así como los venezolanos Mariana Ortiz (una Mercedes de lujo, de voz nítida) y el tenor Idwer Álvarez como El Remendado. El Coro Sinfónico Nacional Juvenil de Venezuela, la Camerata Barroca de Caracas y los Niños Cantores cumplieron cabalmente su labor. La Sinfónica Simón Bolívar, reiteramos, estuvo a la altura de las exigencias.
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