19 abril 2009

Carmen Espectacular, la noche de Jossie Pérez


POR CLAUDIO GAETE
EL Nuevo Dia, Puerto Rico
Via ProOpera

ESTA ÓPERA es concebida como un espectáculo completo. Música, canto, teatro,ballet, gran escenografía, vistosos vestuarios, luces, más de 50 personas en escena y una orquesta sinfónica. Si a eso se une un auto sobre las tablas, reproducciones de cuadros del pintor cordobés Julio Romero de Torres y tres caballos marchando con el porte y elegancia de un duque, entonces se está frente a un espectáculo completo.

Eso es exactamente lo que ocurrió la noche del jueves en el estreno de la ópera “Carmen” de Georges Bizet, en el Centro de Bellas Artes Luis A. Ferré. Fue una noche larga y que el público disfrutó enormemente, pese a que la función terminó casi a la medianoche.

Jehan François Boucher, director de escena de esta producción, logró revitalizar la ópera, ambientándola en los años 20, concretamente en 1921, como
se puede leer en uno de los dos afiches gigantescos que aparecen en el último
acto donde se anuncia la corrida de toros de Escamillo. El cuidado en cada
detalle es algo que se agradece. Ya sea el taxi amarilloen el que se escapa Carmen
al final del primer acto y el desfile de los ya citados caballos, Empeño, El Halcón y El Rey, que arrancaron calurosos aplausos de la audiencia.

En términos musicales, la batuta de la Sinfónica de Puerto Rico estuvo a cargo del director general de la Connecticut Grand Opera, Laurence Gilgore, quien manejó con sobriedad la partitura bizetiana, muy intensa en los pasajes más hispanos y también rica en melodías llenas de lirismo, como el dueto entre Micaela y don José en el primer acto y el preludio del tercer acto, momentos en que tuvo especial lucimiento. En el inicio del segundo acto, cuando Carmen baila en el tablao, el tempo inicial fue excesivamente lento, pero finalizó con la intensidad requerida.

La gran estrella de la noche fue la fogosa mezzosoprano puertorriqueña Jossie Pérez. Desde el momento en que aparece en escena (y de donde casi no sale por el resto de la velada), logra concentrar las miradas con su belleza, su sensualidad, su estilizada figura y -ciertamente- con su canto. Si bien “Carmen” no es una ópera muy difícil en términos vocales, si lo es por su longitud y por el crescendo dramático que requiere la obra.

Carmen es una mujer sin dios ni ley, sólo la suya, caprichosa, temperamental, intensa, apasionada en extremo y, en palabras de un vicario, probablemente con la moral de una gata callejera.

Cuando cantó su habanera no escatimó recursos actorales ni vocales para dar con el personaje. ¿Y qué más se puede hacer cuando se dice: L’amour est un oiseau rebelle / que nul ne peut apprivoiser ” (“El amor es un pájaro rebelde que nadie puede domesticar”)?

La voz de Jossie es cálida, de un timbre muy agradable y sin temor a aventurarse en la zona aguda de la partituracon tal de acentuar el dramatismo y, en su caso, la pasión irrefrenable.

Su contraparte es el joven tenor polaco Arnold Rutkowski, quien hace su debut en América. Con un comienzo más bien tímido y sin lograr una buena
proyección de su voz de tenor lírico, de hermoso color, pero de poco volumen, al parecer Carmen fue demasiado para él y de alguna manera lo intimidó en el primer acto y no logró dar con un don José embrujado por esta gitana. En el segundo acto se le vio con más ímpetu -la partitura lo exige-, con más dominio de su instrumento y, definitivamente, con más sangre en las venas. Eso sí, hizo un paréntesis para entregar una sentida versión de “La fleur que tu m’avais jetée”
(“La flor que me arrojaste”), una de las más hermosas arias para tenor.

En el último acto el don José, enceguecido por los celos, sólo apareció
en los minutos finales, lo cual es una lástima porque ésa es su escena más fuerte, donde muchos tenores hacen despliegue de un gran histrionismo.

Escamillo, el torero triunfador y supermacho, fue encarnado por otro joven cantante, el barítono norteamericano Trevor Scheunemann, quien debuta en este rol. Ciertamente que su físico es de gran ayuda -más de 6 pies-, buena presencia escénica y una voz resonante y con volumen suficiente le permitieron asumir el rol con propiedad. Su dicción de la lengua francesa, tanto como la del tenor, debe mejorar aún más para hacer más convincente su papel.

El hermoso rol de Micaela fue asumido por la experimentada Magda Nieves, una soprano puertorriqueña dueña de una voz generosa, de gran volumen e intensidad y también capaz de lograr pianísimos sublimes. Su aria del tercer acto fue una entrega memorable y ciertamente que recibió una merecida ovación del público. Lamentablemente, ello no quita que debió haberse elegido a una soprano más joven para el rol debido, precisamente, al carácter de muchacha inocente e ingenua que representa Micaela y que contrasta, especialmente en esta producción, con el
joven don José.

En roles secundarios, es necesario destacar a Melliangee Pérez, como
Frasquita y Patricia Vásquez, como Mercedes.

Muy bien estuvo el coro de Teatro de la Ópera, dirigido por Jo-Ann Herrero y especialmente el Coro de Niños de San Juan, preparado por Carmen Acevedo Lucío.

Para el final, una nota a nuestro público. Todo este esfuerzo por hacer ópera de calidad en Puerto Rico se empaña si la gente no tiene el comportamiento adecuado. Se trata simplemente de permanecer callado cuando se desarrolla la obra, y no hablo del uso de celular, sino de comentar a viva voz tal o cual cosa cuando un cantante se está entregando por completo en el escenario. Por respeto a ellos, al público y a quienes aman de verdad la música.

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