Por Carlos Corzo Castañeda
para Ópera Perú
La Asociación Cultural Romanza, en coproducción con el Instituto de Arte de la Universidad de San Martín de Porres, inició su Temporada de Zarzuela 2010 con la versión completa de “La Leyenda del Beso”, joya del género lírico español de la cual el año pasado nos ofreciera una selección.
“La Leyenda del Beso” es una zarzuela en dos actos, el segundo en dos cuadros, con música de Reveriano Soutullo y Juan Vert y libro de Enrique Reoyo, Antonio Paso hijo y José Silva Aramburu, estrenada en el Teatro Apolo de Madrid el 18 de enero de 1924.
Las grabaciones más conocidas de esta obra son la de 1958 dirigida por Enrique Estela con Dolores Pérez (también conocida con el seudónimo Lily Berchman), Alberto Aguilá y José Picasso en los roles principales y la de 1973 en la que Benito Lauret dirige a Ángeles Gulín, Antonio Blancas y Francisco Ortiz. De estos cantantes, el barítono Alberto Aguilá fue estrella de muchas temporadas limeñas, mientras que el tenor Francisco Ortiz vino a Lima una sola vez en la década del 70 y actuó en el Teatro Arequipa, desempeñando el rol de Iván. Ese año se desarrollaron dos temporadas de zarzuela en paralelo, una en el Segura y otra en el Arequipa.
Escena del primer acto
Del dúo de Amapola e Iván existen la versión de Pilar Lorengar (nombre artístico de Pilar Lorenza García) con Plácido Domingo en Salzburgo dirigida por Luis García Navarro (1983) y la de Monserrat Caballé con su esposo el tenor Bernabé Martí en el CD “Zarzuela Arias & Duets” bajo la dirección de Eugenio Marco (1967).
En cuanto al famoso intermedio de esta obra, sería una tarea demasiado ardua que escaparía a la extensión y alcance de este comentario enumerar las grabaciones de que ha sido objeto.
Por una feliz coincidencia, mientras en Lima se está presentando “La Leyenda del Beso”, en el Teatro de la Zarzuela de Madrid se viene ofreciendo una nueva producción de “La del Soto del Parral”, compuesta por los mismos autores.
En esta oportunidad Romanza convocó para los roles principales a tres destacadas figuras de la zarzuela: la tiple Milagros Martín, el barítono Luis Cansino y el tenor Ricardo Muñiz. Por citar un dato, el 2007 el Director del Teatro de la Zarzuela de Madrid Luis Olmos, con motivo del sesquicentenario del coliseo de la calle Jovellanos, publicó el álbum “Grabaciones Inéditas del Teatro de la Zarzuela” (dos CD de zarzuela y dos de ópera). En dicho álbum Milagros Martín canta en “Los Gavilanes” de Jacinto Guerrero, “La Bruja” de Ruperto Chapí y “La del Manojo de Rosas” de Pablo Sorozábal, Luis Cansino en “Los Gavilanes” y Ricardo Muñiz en una memorable versión de “Don Gil de Alcalá”, de Manuel Penella, que fuera dirigida por Miguel Roa y Carlos Fernández de Castro. Intervienen también en la parte de zarzuela otras grandes figuras como Alfredo Kraus, Teresa Berganza, Vicente Sardinero, Mariola Cantarero y María Bayo.
“La Leyenda del Beso” se desarrolla en Castilla en la misma época de su estreno y su argumento se centra en un episodio en el que una errante tribu de zíngaros acampa en el palacio del Conde Mario. Éste se enamora a primera vista de la gitana Amapola, que a su vez es pretendida por el gitano Iván. Pero ella está sujeta a un conjuro, pronunciado por su madre en su lecho de muerte, según el cual si un hombre extraño a su raza la besa, éste morirá.
Milagros Martín, como Amapola, hizo gala una vez más de su fino arte y de su hermosa voz. En esta oportunidad pudimos apreciar además sus dotes para el baile, que lució al interpretar la zambra. Ella es la máxima figura femenina de la zarzuela en la Madre Patria y desde hace ya varios años vive un romance con el público zarzuelero limeño, similar al que sostuviera en su tiempo la recordada Pepita Embil. Sus intervenciones más importantes fueron la romanza del primer acto (“Mi canción quiere fingir una alegría”), los dúos con Iván y con Mario y la zambra (“Cuando bajo el cielo suena mi cantar”), que comentaremos más adelante.
En cuanto a Luis Cansino, en el papel del Conde Mario, podemos afirmar que hacía muchos años que no se veía en Lima un barítono de zarzuela de su categoría. Desde la época del ya mencionado Alberto Aguilá, Juan Gual o Tomás Álvarez. Cansino es dueño de una hermosa y potente voz y su depurada técnica vocal le permite cantar con una notable naturalidad y manejar magistralmente la mezza voce. A lo anterior hay que agregar su excelente desempeño histriónico, producto de su profundo conocimiento del género. Particularmente disfrutamos de la escena cinegética del primer acto (“Tras de la jauría, que ladrando de alegría correrá”), de la serenata (“Oye, hermosa prisionera”), del dúo con Amapola (“¡Gran Dios! Es la gitana”) y del brindis (“¡Oh, licor, que das la vida!”).
El tenor Ricardo Muñiz, en el papel de Iván, destacó por su imponente presencia escénica y su bello timbre, interpretando el personaje con gran solvencia vocal y teatral. Estuvo especialmente brillante en el dúo con Amapola (“Amor mi raza sabe conquistar”) y en el canto al cuchillo (“Hecho de un rayo de luna”).
La joven y promisoria tiple ligera peruana Lorena Aranda se lució como Coral.
Una gratísima revelación resultó el joven tenor cómico Arturo Vigo, proveniente de las canteras del coro de Romanza, quien debutó como Gorón. Mostró simpatía, vis cómica y una excelente voz. Sus intervenciones fueron muy celebradas por el público, en especial su participación en la escena en la que canta y baila el fox trot gitano (“Se pone el cuerpo así, con mucha distinción”) en contrapunto con el garrotín del coro de gitanas. Es sorprendente que a pesar de los largos años de escasa actividad zarzuelera previos a la incursión de Romanza en el género surja ahora un artista nacional que asume esta difícil especialización con la debida autenticidad.
Rosa Parodi y Arturo Vigo
El fox trot (trote del zorro) es un ritmo norteamericano que se puso de moda en todo el mundo en la época en que se compuso la obra. Un año antes Jacinto Guerrero también lo había utilizado en la zarzuela “La Montería”, donde Edmundo, un joven noble aficionado a la caza, lo canta secundado por cuatro aristocráticas damas (“La murmuración es el pecado más corriente en la mujer”).
La tiple cómica nacional Rosa Parodi, como Simeona, lució una linda voz y aportó la gracia y simpatía que el rol demanda.
La prestigiosa actriz de carácter Mariella Trejos estuvo estupenda en su rol de la hechicera Ulita y recitó magistralmente la “leyenda del beso”, por lo que recibió nutridos aplausos del público.
El tenor Noé Valdiviezo, en el papel del gitano Gurko, causó una excelente impresión al cantar su breve romanza del segundo acto (“Compañero, compañero de la errante caravana”).
Muy bien el actor Wilson Hidalgo como Alesko, jefe de la tribu.
Los demás actores del reparto cumplieron acertadamente.
La orquesta, dirigida por el joven maestro trujillano Espartaco Lavalle Terry, ejecutó correctamente la bella partitura de la obra y superó ampliamente su prueba de fuego, consistente en la interpretación del conocido intermedio, la cual arrancó merecidos aplausos del público. Destacó en el solo de violín la concertino María Foust.
El coro, dirigido por el maestro Javier Súnico, tuvo una destacada actuación, complementando acertadamente la labor de los solistas. Siempre se ha dicho que el coro es el alma de la zarzuela, y aquí pudimos comprobarlo.
El ballet de Lourdes Carlín ha alcanzado un nivel de calidad realmente notable. Sus guapas integrantes interpretan los diferentes ritmos flamencos con gran propiedad y autenticidad, derrochando gracia y salero. Su directora merece un justo reconocimiento por formar y dirigir a estas destacadas profesionales y por crear las bellas coreografías que ellas escenifican.
La escena de la zambra, en la que participan Amapola, el ballet y el coro de gitanas, resultó realmente espectacular.
La dirección escénica de Emilio Montero estuvo excelente, al igual que su diseño de vestuario. Por su autenticidad, colorido y armonía estética consideramos que es el mejor vestuario que ha presentado Romanza desde que inició sus temporadas de zarzuela.
La escenografía, en cambio, fue excesivamente esquemática y casi se redujo a cinco enormes estatuas griegas que no guardaban proporción con el resto de la escena. Es cierto que en el mundo de la ópera está de moda el minimalismo, aunque tiene muchos detractores. También es cierto que la crisis económica global limita los presupuestos. Aceptemos también que en los jardines de un castillo castellano puede haber estatuas griegas. Pero nada de esto justifica privar a los espectadores del entorno adecuado para el desarrollo de la obra. Con un presupuesto moderado se puede hacer una escenografía sencilla pero idónea, tal como lo ha demostrado Romanza en anteriores temporadas. Recordemos, por ejemplo, “La Revoltosa”.
No entendemos por qué se decidió modificar el final de la zarzuela y concluirla con la muerte de Mario acuchillado por Iván. No era necesario y además se atenta contra la integridad de la obra.
Es reconfortante observar que, gracias al empeño de Romanza y la Universidad de San Martín de Porres en ofrecer espectáculos líricos de la más alta calidad como el que nos ocupa y a su denodado esfuerzo por traer a los mejores artistas del género y a la vez desarrollar valores nacionales, la tradicional afición a la zarzuela en Lima está renaciendo y el público está regresando al teatro con creciente entusiasmo. El siguiente reto a enfrentarse es el de atraer a las nuevas generaciones para asegurar la continuidad del género lírico español que, como hemos mencionado anteriormente, es un valioso patrimonio cultural que España comparte generosamente con la América Hispana.