Fotos: Javier Súnico
Por Carlos Corzo Castañeda
para Operaperu.comCompletando la celebración del Centenario del Teatro Segura, Romanza, el Banco Interamericano de Finanzas y el Instituto de Arte de la Universidad de San Martín de Porres, presentaron un programa digno de la ocasión, que comprendió el segundo acto de “Luisa Fernanda” y selecciones de “La Leyenda del Beso” y “Doña Francisquita”.
La acertada dirección escénica de Emilio Montero Schwarz imprimió al espectáculo fluidez e integró adecuadamente los aspectos teatral, visual y musical. Asimismo, la orquesta, dirigida por el maestro Espartaco Lavalle Terry y el coro, a cargo de Javier Súnico, ofrecieron el marco apropiado para el desarrollo de las obras.
Pero lo que resultó una agradable sorpresa fue la calidad y belleza de la escenografía, realizada por José Luis Sialer, y del vestuario, diseñado y realizado por Montero, que superaron ampliamente todo lo anteriormente presentado por Romanza, y que en esta oportunidad estuvieron a la altura de la parte musical, lográndose así el efecto holístico deseado.
“Luisa Fernanda”, comedia lírica en tres actos con música de Federico Moreno Torroba y libro de Federico Romero y Guillermo Fernández Shaw, fue estrenada en el Teatro Calderón de Madrid el 26 de marzo de 1932. Es, quizá, la más popular entre las zarzuelas del género grande. Entre las numerosas versiones grabadas de la obra podemos mencionar, como curiosidad, una de las más antiguas, que data de 1934, en la que la mezzo Selica Pérez Carpio desempeña ambos roles femeninos y el masculino del Saboyano y el papel de Vidal está a cargo del inigualable Marcos Redondo, en nuestra opinión y en la de muchos el mejor barítono de zarzuela de todos los tiempos.
El madrileño autor la dirigió en Lima en la década del 50, dirigiendo en esa misma temporada en calidad de estreno para América sus obras “Maravilla”, “La Caramba” y “María Manuela”. En el caso de esta última el público limeño salió del teatro cantando el pasodoble del “Piropo Madrileño”, que había sido repetido hasta tres veces con los carteles.
Moreno Torroba regresaría a Lima años después en su calidad de Presidente de la Sociedad General de Autores de España, fundada en 1899 por Ruperto Chapí.
La acción del segundo acto se inicia brillantemente en la Plaza de la Florida de Madrid durante la romería de San Antonio, con la ermita del santo como fondo, a los acordes de la habanera del Soldadito. Un original y bello vestuario en blanco y negro contribuye al alegre impacto logrado tras la apertura del telón.
La mezzo Josefina Brivio fue una excelente Luisa Fernanda, rol que musicalmente le queda como anillo al dedo. Muy bien José Carlo Marino interpretando al Coronel Javier Moreno, esta vez de civil.
El barítono argentino Mauro Esposito, como Vidal, demostró oficio, dominio del género y musicalidad, aunque su instrumento es algo limitado.
Fue un verdadero lujo contar en el reparto con el legendario actor nacional Enrique Victoria, quien interpretó a Don Florito con la gracia y salero que lo caracterizan. Posteriormente nos deleitaría representando a Don Matías en “Doña Francisquita”.
Mención aparte merece la tiple ligera Lorena Aranda como la Duquesa Carolina. Esta joven cantante nacional posee todos los atributos necesarios para llegar a ser una gran figura del género. Esperamos que siga desarrollando su carrera y verla en un futuro no muy lejano interpretando roles como Francisquita, Marina o Concha (El Niño Judío).
Fue una buena idea bajar los carteles con la letra de la mazurca de las Sombrillas para que la cantara el público. Lamentablemente, el resultado fue muy deslucido debido a que en los carteles sólo aparecía la letra del coro. No se puede pedir que todos los asistentes conozcan las estrofas de memoria y por lo tanto el canto estuvo muy ralo.
La costumbre de poner carteles para que el público cante es netamente peruana, ya que aquí se inventó y no se practica en otros países. Vale la pena recuperarla y si escribir toda la letra es muy laborioso debería recurrirse a tecnología moderna para proyectarla.
“La Leyenda del Beso” es una zarzuela en dos actos con música, sencillamente preciosa, de Reveriano Soutullo y Juan Vert Carbonell y libro de Enrique Reoyo, Antonio Paso hijo y Silvia Aramburu, estrenada en el Teatro Apolo de Madrid el 18 de enero de 1924. En la grabación más popular de esta obra el rol de Mario es cantado por Alberto Aguilá, notable barítono que fuera estrella de numerosas temporadas limeñas.
Los compositores Soutullo y Vert, gallego y valenciano, respectivamente, escribieron en forma conjunta, además de esta obra, “La del Soto del Parral” y “El Último Romántico”. Como dato curioso, en estas dos últimas recurrieron al artificio rossiniano de reusar la música de una romanza, aunque en este caso para la misma cuerda de tenor, evitando las transposiciones del Cisne de Pesaro. La indicada romanza es mucho más conocida como “Bella Enamorada” con la letra de “El Último Romántico”, y es y fue favorita en recitales y grabaciones de Alfredo Kraus, Plácido Domingo, José Carreras y nuestro Juan Diego Flórez, entre otros grandes tenores de nuestros tiempos.
También aquí se logró un bello impacto al levantarse el telón, a través de la escenografía, el vestuario y la música cinegética presidida por el sonido de la trompa. Este instrumento, llamado así en España, en nuestro medio se conoce como corno francés o simplemente corno.
Milagros Martín, como la gitana Amapola, hizo gala una vez más de su fino arte y de su hermosa voz. Fue muy grato el retorno de Francesco Petrozzi como Iván. El peruano ha alcanzado una gran madurez vocal e interpretativa y nos deleitó con sus hermosos agudos. Fue una pareja sensacional.
El rol del Conde Mario fue correctamente interpretado por Mauro Esposito.
En el dueto cómico “Ay, sóplame el ojo” debutaron exitosamente Rosa Parodi y Óscar Cuya, un tenor cómico con registro de barítono. Lo hicieron muy bien.
Lo que sí resultó deplorable fue la interpretación por parte de la orquesta del intermedio. Adoleció de una serie de imprecisiones y careció del ritmo y la brillantez propios de la partitura. Pensamos que debió omitirse, ya que es inevitable la comparación con las numerosas interpretaciones en vivo y grabaciones de esta magistral pieza de concierto e inclusive con recordadas versiones de orquestas populares de mediados del siglo pasado integradas por talentosos músicos, como “Los Chavales de España”, “Los Churumbeles de España” o “Capricho Español”, que se radicó entre nosotros una larga temporada. Por no hablar de las temporadas limeñas de zarzuela, en las que el solo estaba a cargo del virtuoso violinista y director español Enrique Jimeno, músico fundador de la Orquesta Sinfónica Nacional.
El ballet de Lourdes Carlín se lució una vez más, bailando la zambra con auténtico aire gitano.
“Doña Francisquita” es una comedia lírica en tres actos con música de Amadeu Vives y libro de Federico Romero y Guillermo Fernández Shaw, que se desarrolla durante un carnaval madrileño de mediados del siglo XIX, aunque está inspirada en “La Discreta Enamorada” de Lope de Vega. Fue estrenada en el Teatro Apolo de Madrid el 17 de octubre de 1923 y es considerada por algunos críticos eruditos como una de las partituras de mayor calidad musical del género. Existen numerosas grabaciones de la obra completa, siendo la más notable la protagonizada por Ana María Olaria, Alfredo Kraus y Dolores Pérez.
El 27 de febrero de 1924 Vives parte de Madrid hacia América con una compañía integrada por 76 personas, haciendo escalas en La Coruña, Vigo y Lisboa y llegando a Buenos Aires el 16 de marzo. En la primera ciudad son obligados a escenificar “Doña Francisquita” con ropa de calle, ante el beneplácito de los entusiastas aficionados gallegos. El debut en el Teatro Victoria de Buenos Aires se produce el 25 de marzo con “Doña Francisquita”, en la primera de 180 representaciones de esta zarzuela a lo largo de la temporada, que culmina en agosto. Luego se presentan en Rosario, Mendoza, en el Teatro Solís de Montevideo, en Valparaíso y en Santiago de Chile, siempre con “Doña Francisquita”. El 27 de diciembre desembarcan en el Callao y dos días después debutan en el Teatro Forero, hoy Teatro Municipal en proceso de refacción. En el diario “La Prensa” de Lima del 30 de diciembre se lee: “Anoche hizo su debut la compañía del insigne maestro Vives con el sugerente poema musical “Doña Francisquita”, lleno de picardía fina y salerosa, aprobando el público las bellezas de la parte musical, que son muchas”. De aquí se dirigen a Cuba, presentándose en el Teatro Martí de la Habana y a México, actuando en el Teatro Olímpia, y el 24 de mayo de 1925 emprenden el regreso a España vía La Habana, arribando el 8 de junio a Tenerife.
Entre la copiosa producción de Vives destaca también la ópera de ambiente gallego “Maruxa”, descrita por sus autores como “égloga lírica en dos actos”, que es un hermoso poema musical y escénico en el que se respira un fresco y delicioso aire bucólico y pastoril.
Jacqueline Terry, en el difícil rol protagónico, superó ampliamente su actuación de la temporada anterior, tanto en lo escénico como en el canto. Cumplió acertadamente, aunque sin llegar al virtuosismo deseable en el diálogo con el oboe de la Canción del Ruiseñor (“Era una rosa que en un jardín”).
El tenor Andrés Veramendi fue un excelente Fernando, rol que desempeñó con gran personalidad escénica y solvencia vocal.
El versátil José Carlo Marino estuvo muy bien como Cardona, personaje que, aunque secundario, demanda importantes cualidades vocales e histriónicas.
Milagros Martín, además de la gran calidad artística que la caracteriza, demostró esta vez la inusual amplitud de su tesitura, al cantar sin bajarle el tono el rol de Aurora la Beltrana, reservado para una mezzo y en ocasiones cantado por contraltos, como Inés Rivadeneira o Rosario Gómez. Si en la zarzuela se concediera un trofeo, como en los toros, ella se llevaría sin duda alguna el Escapulario de Oro del Señor de los Milagros 2009.
En esta oportunidad la orquesta se reivindicó interpretando correctamente el fandango, en el que destacó el solo de trompeta. Las chicas del ballet de Lourdes Carlín lo bailaron con la alegría y el garbo a los que nos tienen acostumbrados.
Dieron realce a la puesta en escena la participación de la Tuna Universitaria de la Universidad de San Martín de Porres y detalles como la aparición de la Beltrana en una calesa tirada por un caballo.
Fue un gran acierto incluir a tres simpáticos cofrades, quienes se encargaron de resumir las partes omitidas, dando así continuidad argumental al espectáculo.
La encomiable labor desarrollada por Romanza en los últimos años y la constante superación del nivel artístico de sus producciones ha permitido que Lima recupere el sitial que le corresponde como capital de la zarzuela en América, en el cual a través de los años se ha alternado con Buenos Aires.
Si bien no podemos evitar la tendencia a hacer nostálgicas comparaciones con épocas pasadas, debemos reconocer que las representaciones que estamos disfrutando superan a las tradicionales en no pocos aspectos y constituyen un aggiornamento del género lírico español en el que se preservan su identidad y su esencia.
A diferencia de las funciones de ópera, tanto las de Romanza como las transmitidas en directo desde el Metropolitan de Nueva York, en las que apreciamos una importante presencia de gente joven, esto no sucede en las de zarzuela. Es muy importante encontrar la manera de atraer a las nuevas generaciones para mantener la continuidad del género por muchos años más y preservar este valioso patrimonio cultural que España comparte generosamente con la América Hispana. Como referencia, en cada producción del Teatro de la Zarzuela de Madrid se reservan tres funciones gratuitas para escolares. No pretendemos que esto se replique en Lima pero sí creemos necesario que Romanza busque una manera de lograr esta difusión. Recuerdo que en mis tiempos de estudiante universitario cazuela costaba cinco soles. Este es pues, en nuestra opinión, el siguiente reto a enfrentar.