25 agosto 2013
El gran Joshua Bell, "el poeta del violin", vuelve a Lima
hoy en "Tardes de Ópera": "Die Meistersinger von Nürnberg" de Wagner
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21 agosto 2013
Leticia Muñoz en concierto con la OSN este viernes
20 agosto 2013
Piden siete años de cárcel para pianista por contaminación acústica y lesiones psíquicas
La vecina denunció en marzo de 2006 a la pianista y a su familia ante el Ayuntamiento porque le molestaba el sonido constante del piano, tras lo que el consistorio visitó en cuatro ocasiones a la familia para que insonorizaran en un plazo de 15 días la habitación del instrumento, unos requerimientos que fueron desatendidos, según el escrito de Fiscalía.
19 agosto 2013
Soprano Magdalena Gallo ofrece recital antes de viajar a Italia
Andrés Veramendi en La Traviata en Chile
(Beethoven.cl) En el bicentenario de Giuseppe Verdi, la Corporación Cultural Universidad de Concepción (CORCUDEC) trajo a escena una de sus ópera más queridas, “La Traviata”. Este montaje corresponde al título anual que realiza la temporada penquista, y además complementa el concierto que la Orquesta Sinfónica U.de Concepción realizó en junio pasado en homenaje a Richard Wagner, compositor que también cumple 200 años.
Y sería justo partir hablando de la agrupación orquestal, pues esta sonó impecable durante casi la totalidad de la ópera. El delicado y firme sonido obtenido fue manejado con gran maestría y sensibilidad por el canadiense Julian Kuerti, quien ostenta el cargo de Director Principal de la orquesta (en la práctica, es como su titular). El acompañamiento orquestal fue vital como sostén para los cantantes, logrando una unión sonora que hizo de esta “Traviata” una gran experiencia auditiva.
Su historia de amor imposible que termina en tragedia, tan conocida por muchos amantes de la ópera por lo demás, fue contada claramente por el equipo comandado por el regisseurGonzalo Cuadra. Los sobrios diseños escenográficos e iluminación de Francisca Bravo, dieron pie a cuadros plásticos totalmente acordes al carácter de cada escena, logrando así la necesaria diferenciación. Más fragmentario fue el resultado del vestuario de Marianela Camaño, que no mostraba una unidad estilística con su unión de trajes modernos, tenidas informales en algunos miembros del coro y algunos diseños más “clásicos”.
El reparto fue liderado por la soprano argentina María José Dulín, quien encarnó a la sufrida Violetta Valery, mostrándola frágil y atormentada por la amenaza de la muerte (acertadamente representada por tres extras en trajes oscuros que la rondan de manera constante). Su interpretación vocal fue poderosa, logrando las sutilezas de estilo requeridas por el rol, aunque le faltó una mayor cuota de dramatismo en el fatal desenlace del acto final.
Alfredo fue interpretado por el tenor peruano Andrés Veramendi, mostrándose muy parejo en lo vocal y enfatizando con su caracterización, el profundo amor que siente su personaje por la protagonista. Esto se materializó en un Alfredo totalmente apasionado, y que llevó todo el peso del romanticismo exhalado en esta puesta en escena.
El barítono chileno (y penquista) Rodolfo Seguel, quien brilló el año pasado en el “Don Giovanni” de la ciudad del Bío Bío, tuvo un desempeño sobresaliente como Germont, padre de Alfredo. Desmarcándose de los roles cómicos con los que ha triunfado, su caracterización aquí fue convincente, gracias a una actuación que transmitió empatía por este progenitor preocupado por el sentir y destino de su hijo. Su excelencia en lo escénico se condijo con su interpretación musical.
Un punto que merece ser destacado de esta “Traviata” fue su carácter celebratorio. Lo decimos por el júbilo obtenido en las dos escenas de fiesta que contempla la obra (inicio de la obra y segunda escena del Acto II). Fueron dos momentos llenos de humor, vivaces, aunque con algo de desorden en el uso del espacio escénico por parte de los miembros del Coro Sinfónico U.de Concepción (director, Carlos Traverso), el cual sin embargo, tuvo un correcto desempeño musical. Podríamos decir que estas fiestas de la obra (incluido el famoso brindis del Acto I), simbolizaron la celebración del gran compositor en su bicentenario.
16 agosto 2013
Primicia: El éxito del tenor peruano Dempsey Rivera en el Festival de Pesaro
Foto: Filarmonia |
Compartimos dos articulos de la Agencia AMSA (gracias a Grete Arce) que ilustran el triunfo de Dempsey Rivera en su debut en el Festival Rossini de Pesaro en "Il Viaggio a Reims"
15 agosto 2013
Mehta: Batuta mundial
El Maestro posee il braccio más admirado, se luce en la dirección con la muñeca y tiene un nombre que significa “espada poderosa”. Pero su carrera comenzó cuesta arriba. En 1958 ganó un concurso de la Filarmónica de Liverpool y el puesto de asistente de su director, Sir John Pritchard. Este había discrepado con el jurado y así se lo hizo sentir. Mehta pasó a las plazas menores.
En 1960 todo cambió. Su agente lo colocó como remplazo en conciertos de las orquestas de Toronto, Filadelfia, Nueva York y Montreal (OSM). Lo siguiente tuvo visos de leyenda. La OSM le ofreció la dirección permanente un día después de su debut, la Filarmónica de Los Ángeles lo hizo titular en 1961, y ese mismo año debutó con las filarmónicas de Israel, Berlín y Viena.
A los 25 años, Mehta llegó a lo más alto, pero los nombramientos de jerarquía mundial siguieron: la Filarmónica de Israel (1977), la Filarmónica de Nueva York (1978), el Maggio Musicale Fiorentino (1986) y la Filarmónica de Munich (1998). En resumen, no lo hizo famoso el Concierto de los Tres Tenores (Roma, 1990); participó en él porque ya lo era.
El programa para Lima comprende la Sinfonía N° 40 de Mozart y la Quinta Sinfonía de Mahler, una especialidad de Mehta. Son piezas totalmente distintas.
La Quinta es inmensa, de dinámica compleja y partes de cámara y para virtuosos. Su partitura de 280 páginas tiene mil instrucciones escritas, varias contradictorias. Es para disfrutarla, no para entenderla. Un mapita ayuda a seguirla en el teatro.
El primer movimiento es decisivo: si no va bien, no lo hace el resto. Abre con el solemne solo de trompeta (Yigal Mectzer) de una marcha fúnebre, cuyo tema se repite y al final lo extingue una segunda trompeta, con sordina, seguida por un solo de flauta que acaba en un pizzicato de los bajos.
El segundo movimiento, de “emotividad tormentosa y máxima vehemencia”, muestra cómo, simultáneamente y con la misma música, los clarinetes y las violas trabajan y avanzan haciendo exactamente la inversa.
El tercer movimiento, de danzas y evocación campestre, plantea exigencias heroicas al primer corno (James M. Cox), pero al ser un “scherzo no muy rápido” su duración va de 16 a 19 minutos, dependiendo del director.
Sigue el sublime “Adagietto muy lento” para arpa y cuerdas, de por sí una contradicción dinámica porque un Adagietto es más vivo que un Adagio, y éste es más rápido que un Lento, razón por la cual un Adagietto muy lento se traduce en una duración de 7 a 15 minutos, según se le piense como un canto de amor por Alma, o un lamento por Mahler. Pero Mehta no es de tiempos lentos. El Rondó final lo comienzan los vientos y una sola nota muy baja del primer violín, pero toma cuerpo con toda la orquesta hasta un final rápido y seco.
Para Lima, será una ocasión de esas que se dan una vez en la vida.
Evento del año: Orquesta Filarmonica de Israel y Zubin Mehta en Lima
12 agosto 2013
Se inicia Festival de música de cámara en el ICPNA
08 agosto 2013
Elīna Garanča, nuevamente embarazada, cancela presentaciones hasta marzo
La mezzo Elīna Garanča nuevamente ha quedado embarazada, por lo cual cancela sus presentaciones entre octubre y marzo. Incluso no la veremos en marzo, cuando iba a protagonizar "Werther" junto a Jonas Kaufmann en lo que iba a ser la transmisión mas interesante de la temporada "Met Live in HD" 13-14. En vez de Elīna Garanča veremos a Sophie Koch, especialista en el rol.
Este sábado se inicia "Lo mejor del MET" en UVK Larcomar
Radio Filarmonía, UVK Multicines Larcomar y el Metropolitan Opera de Nueva York anuncian la realización de la Temporada “Lo Mejor del MET 2013”, corta temporada que consta de cinco óperas transmitidas en temporadas pasadas, que son:
- Carmen de Bizet,
sábado 10 de agosto 2013, a las 12:00 m.
- El
Trovador de Verdi, sábado 17 de agosto, a las 12:00 m.
- La Traviata de Verdi,
sábado 24 de agosto, a las 12:00 m.
- Turandot de Puccini,
sábado 31 de agosto, a las 12:00 m. y
- El
Barbero de Sevilla de Rossini, versión que no se ha visto en Lima,
en la que participa nuestro tenor Juan Diego Flórez, el sábado 7 de setiembre
a las 12:00 m.
05 agosto 2013
Se inicia temporada de invierno de la OSN
Foto: Peru.com |
En la colina mágica de Wagner
Como contraste se ha montado en los alrededores del teatro una instalación colorista de medio millar de figuras de Wagner de un metro aproximado de altura, compartiendo espacio en la colina con una exposición, Los judíos y el festival, de 1876 a 1945. Los wagneritos,como ya se les conoce, se pueden comprar a 300 euros en una galería de la zona peatonal y son obra del escultor Ottmar Hörl, especializa do en este tipo de montajes. De él aún se recuerda la polémica suscitada por sus “enanitos del jardín”, colocados en Núremberg en 2009, y sobre todo el saludo hitleriano que confirió a sus figuritas.
Aunque para controversias, la vivida en Bayreuth con el estreno de una nueva producción de El anillo del Nibelungo, ópera de unas 16 horas en un prólogo y tres jornadas. Es la apuesta central del festival. También lo fue en 1976, cuando se conmemoró el centenario de su estreno completo aquí. Pierre Boulez y Patrice Chéreau consiguieron artísticamente un espectáculo que ha entrado meritoriamente en la categoría de lo “histórico”. Esta vez el festival ha optado musicalmente por Kirill Petrenko. Era una decisión de alto riesgo, pues no en vano desde 2006 el maestro de ceremonias en esta ópera monumental ha sido el venerado Christian Thielemann. Para la opción escénica se lleva una década tanteando a carismáticos directores de cine para esta empresa. Primero fue Lars von Trier, que renunció después de varios años de estudio; después, Wim Wenders, que también aceptó el reto.
Al final la responsabilidad de los últimos Anillos ha sido dejada en manos de dos figuras del teatro de prosa. Con Tankred Dorst, a partir de 2006, pasaron muy pocas cosas; con Frank Castorf, quizás demasiadas. Los tiempos de directores más familiarizados con la ópera como Jürgen Flimm, Alfred Kirchner o Harry Kupfer, responsables de lasAnillosanteriores, han quedado fuera de onda.
Un ensayista tan competente como Enrique Gavilán ha señalado en su último libro sobre Wagner, publicado en Akal, que tanto en la tetralogía en su totalidad, como en cada escena concreta, “el cruce de la situación argumental y la nebulosa musical abre las encrucijadas donde se encuentran mito e historia, sueño y vigilia, pasado y futuro”. Frank Castorf, gurú durante muchos años de la Volksbühne en la plaza Rosa Luxemburg de Berlín, y su equipo dramatúrgico, han encontrado un hilo conductor para su planteamiento de El anillo en la explotación del petróleo, asociado a una estética en cierto modo posindustrial y hasta cotidiana en su sentido más evidente que, por sí misma y acto a acto, va configurando una lectura paralela de la historia de poder y amor que Wagner presenta en su obra más ambiciosa. Los ecos de George Bernard Shaw en El perfecto wagneriano, de finales del XIX desde una perspectiva anglosajona, saltan de entrada a la vista, especialmente en la reivindicación de El anillo como primer manifiesto socialista artístico. Castorf juega con ese elemento evocador, con ese cruce de pasado y futuro, de mito e historia, de sueño y vigilia. Pero lo hace, ay, más teatral y pictóricamente que en términos de exigencia musical. Eso, y su necesidad de originalidad, le pierden.
El Anillo de Castorf se desarrolla en un motel con gasolinera de la mítica Ruta 66 de Estados Unidos; en una explotación industrial de Azerbaiyán; al pie de un trasunto del monumento del monte Rushmore en el que las imágenes de los presidentes Jefferson, Washington, Lincoln y Roosevelt, se sustituyen por las efigies de Marx, Lenin, Stalin y Mao; en la Alexanderplatz de Berlín antes de la caída del Muro, con botellas de vodka en los escaparates y una reproducción del reloj del mundo frente a las entradas de las líneas de metro; en la fábrica química Plaste und Elaste; y, en fin, en la Bolsa de Nueva York.
No se respeta el orden cronológico, asumiendo que cada escena, cada situación, es un mundo independiente. Hay un teatro político de fondo, banalizado por un erotismo elemental —intento de sexo oral entre Wotan y Erda, por ejemplo— y por varias ocurrencias que reflejan la impotencia de fondo, como un pájaro del bosque, que parecía recién traído de los carnavales tinerfeños, con el que Sigfrido tiene su iniciación sexual, o la presencia de dos cocodrilos fornicando para complementar el maravilloso dúo de amor entre Brunilda y Sigfrido tras su primer encuentro. Lejos de aportar pautas de reflexión, estos “hallazgos” no hacen más que distraer por su acumulación, generando confusión. En paralelo hay una proyección videográfica interesante, aunque desigual, y permanece en todo momento una calidad escenográfica excepcional gracias al trabajo impecable del serbio Aleksandar Denic.
El momento más intenso de la representación fue el primer acto de La valquiria, gracias a la soberbia actuación de los cantantes Johan Botha y Anja Kampe. El equipo vocal, muy arropado por el público, fue discreto, con una Brunilda —Catherine Foster— sin entidad emocional, y discutibles actuaciones de los personajes de Hagen —Attila Jun— o Sigfrido —Lance Ryan—. El coro se mantuvo a sus niveles habituales de excelencia, al igual que la orquesta. El gran triunfador fue el director ruso Kirill Petrenko, con un trabajo sereno, lleno de matices, sin perder la tensión un solo instante, poético y analítico en estado extremo. Después del verano se hace cargo de la Ópera de Baviera en Múnich.
La bronca contra el director de escena duró 10 minutos de reloj. Bien es verdad que él provocó al público con gestos insinuantes, llevándose los dedos índices a las sienes o haciendo alusión al hecho de beber. Como Castorf no se iba, Petrenko tuvo que comparecer en escena para pedir su momento de gloria para la orquesta. Ni aun así el director se marchaba. Asistió, salvo a El ocaso de los dioses, la canciller Angela Merkel, en su localidad de la fila 13 pagada de su bolsillo, como manifestó Katharina Wagner, biznieta del compositor.
Después de las representaciones, quedó flotando una inevitable pregunta: ¿cuál es el mejor Anillo en Bayreuth? Me inclino por el de Hans Knappertsbuch en la década de los cincuenta con Wieland Wagner en el apartado escénico. Tal vez, el del año 1957 con Varnay, Hotter, Vinay, Windgassen y Nilsson, entre otros. Las de los años 1956 y 1958 son también de nivel superlativo.
Antes de terminar, un epílogo. Recordé la vieja película Aquí hay petróleo, de Rafael J. Salvia, rodada en los años cincuenta en Turégano (Segovia), con los actores José Luis Ozores y Manolo Morán, en la que unos estadounidenses afirmaban que se podía extraer el codiciado oro negro. El petróleo, en efecto, ha sido en las últimas décadas un símbolo de nuestra civilización. El petróleo de buena ley en este Anillo ha sido para Petrenko. El enfoque teatral de Castorf se ha quedado anticuado estéticamente —y hasta éticamente— para un desafío como este. Las voces han dejado detrás una sensación de crisis. Pero Bayreuth es Bayreuth y Wagner es Wagner.
Lo mejor será, mientras llegan tiempos mejores, tomarse una buena cerveza y una cena en consonancia. Recomiendo cuatro restaurantes de menos de 20 euros: el italiano Sinnopoli, el griego Plaka y los alemanes Oskar y Wolffenzacher.