Fotos cortesía de Javier Súnico
Por Gonzalo Tello
Operaperu.com
Llegó la quinta edición del Festival
Internacional de Ópera “Alejandro Granda’, a Lima. La misión de este Festival,
dirigido por Ernesto Palacio, es la de ofrecer espectáculos de primer nivel y
levantar el nivel cultural de nuestra ciudad, así como, de manera indirecta,
competir con nuestros vecinos como una plaza importante del circuito
internacional, algo que debería ir mas allá del interés del mundo lirico y trascender
al público masivo de que se trata de poner a Lima como foco cultural importante.
Pese al poco apoyo de muchos sectores, sobretodo el gubernamental y el
desinterés de la prensa tradicional, embobada con espectáculos efímeros, este
Festival felizmente cuenta con el apoyo de un grupo de personas y empresas que
quieren mantener la produccion de espectáculos de nivel en nuestra ciudad.
Palacio nos sorprende esta vez con un ensemble excepcional en una obra
monumental. Se logra juntar a un elenco de seis grandes voces en la opera más
complicada de Giuseppe Verdi: Don Carlo. El principal motor para embarcarse en
tamaña obra es el requerimiento de dos importantes cantantes, Daniela
Barcellona e Ildar Abdrazakov, para interpretar los roles de Eboli y Filippo
II, respectivamente, en las celebraciones por el bicentenario de Verdi en el
Teatro Regio di Torino en 2013. Una buena oportunidad para que estos cantantes
puedan prepararse es debutar esos roles en Lima. Junto a ellos, Palacio logra
contratar a uno de los más importantes tenores de su generación, el italiano
Giuseppe Filianoti, reconocida figura de La Scala de Milan, y más recientemente
del Metropolitan de Nueva York para acompañarlos como el que da el titulo a la
obra. Junto a ellos volvemos a ver a grandes figuras en nuestra ciudad, la
soprano búlgara Radostina Nikolaeva y el noble bajo italiano Marco Spotti
quienes completan el reparto junto al promisorio barítono italiano Marco Caria,
contratado a último minuto para reemplazar a Claudio Sgura, quien se enfermó
antes de volar a Lima.
Si bien juntar a un elenco de este nivel sobre todo
en nuestra región es casi imposible, mas difícil es encontrar una produccion
que se adecue a los estándares de nuestro principal teatro y sea atractiva y
digerible para un público poco acostumbrado a una ‘Grand Opera’ de este tipo,
por momentos densa y oscura. Esta se encontró muy cerca, en Colombia, de donde
se hicieron las gestiones para traer esta producción encabezada por el argentino
Alejandro Chacón, con el equipo de Adan Martínez (vestuario), Nicolás Boni (escenografía) y Caetano Vilela (iluminación).
“Don Carlo” debe ser la ópera más compleja y
difícil de Verdi, con una música mal llamada “wagneriana”, que olvida las
escenas aisladas del bel canto y funde sus números musicales en una sinfonía
inacabada llena de inspiración de principio a fin. Esta obra toca temas que
pueden ser actuales, como la opresión, la depresión, la inseguridad, lealtad,
rebelión y opresión religiosa, todos temas que a Verdi le apasionaban y que
están presentes en varias de sus obras. Compuesta originalmente en francés, en
cinco actos y modificada hasta con siete versiones finales, llega a Lima en la
versión en italiano en cuatro actos, que se inicia en el Monasterio de San Yuste,
y en el que Don Carlo comenta los sucesos previos que no vemos en la acción,
que desencadenan la trama. La historia original es de la obra de teatro escrita
por Schiller.
Esta producción dirigida por Chacón es una
expresión minimalista que logra aliviar el peso de tener que construir
diferentes escenografías para cada escena, por ende mayor costo, duración y
dificultad técnica. En un solo escenario que se modifica de acuerdo a las
escenas y muta de forma armónica hasta terminar en el principio, describe no
solo cada lugar marcado por el libreto, sino además los estados de ánimo de
cada personaje. En esta ópera, Verdi se corona como el gran psicoanalista que
era, desmenuzando a seis personajes principales. Chacón acierta en los detalles
de cada cantante, y en resolver ciertos problemas que resultan increíbles, como
la escena en que Carlo confunde a Eboli con Elisabetta, o en mantener a Eboli
en escena en momentos clave en que le es más claro al espectador su figura
protagónica en el drama y su posición de amante oficial del Rey. La resolución
del escenógrafo Nicolás Boni es estupenda y logra un espectáculo no solo dinámico,
sino poderoso, sobretodo en el cambio de escena previo al “Auto da Fe”. La
iluminación jugó bien con la puesta, aunque podría afinarse aun más. Los vestuarios diseñados por Adán Martínez brillan por su calidad y presencia, muy buenos acabados, y le dan toda la magnificencia y peso a la historia, dándole el balance a la producción minimalista. Sorprende especialmente la cantidad de vestuarios que sobretodo Eboli y Elisabetta deben lucir durante diversas escenas.
Giuseppe FIlianoti es un “Don Carlo” de oficio.
Este tenor calza perfecto con los roles belcantistas de Donizetti y es un
excelente mozartiano. Su Don Carlo si bien pierde en los agudos extremos, tiene
una musicalidad muy italiana, muy sincera y fluida. Aunque el personaje es
muchas veces ingrato para los tenores, Filianoti logra plasmar su idea del
personaje. Pocas veces Lima puede disfrutar del oficio de un tenor de su
experiencia.
La gran mezzosoprano italiana Daniela
Barcellona ya tiene acostumbrado al público peruano a su gran presencia
escénica y domino técnico de la voz en los roles belcantistas que ha
interpretado. Verdi es una nueva etapa en su carrera y Eboli es un rol difícil,
que la lleva al extremo de su rango vocal. Sorprende como Barcellona tiñe su
voz con un color opaco, oscuro y tenebroso, dándole mayor realce al personaje.
Su entrada en la “canción del velo” si bien no es de la más delicada, y carece
de sutileza y la propone más bien una expresión de bravura, en esta ella logra
imprimir su propia interpretación acomodando la voz. Impresiona gratamente
durante el trío del segundo acto. Finalmente durante su gran momento, el de la
confesión y el del “O Don Fatale” Barcellona demuestra su obsesión por el
trabajo con la técnica, sin dejar de lado el dramatismo e ímpetu acostumbrados.
A pesar del esfuerzo que representa el rol sale airosa, desatando gratos aplausos.
El bajo ruso Ildar Abdrazakov es el Boris
Christoff de nuestros días. Gran bajo con nobleza, impresionante presencia
escénica, perfecta dicción del idioma y sentido exquisito de la musicalidad. En
Verdi encuentra una mina de oro para explotar sus capacidades. Es sin duda uno
de los bajos más importantes del mundo y es un privilegio poder apreciarlo
debutando nuevos papeles que harán que hablar a crítica y público. Potente en
su entrada y durante el dúo con Posa; imponente durante el ‘Auto da fe’ y
especialmente intimo durante el aria “Ella giammai m’amo”. La inicia
delicadamente, a ‘mezza voce’, como en trance, meditando o soñando el por qué
del desamor. Luego vuelve en sí y retoma su carácter de Rey despiadado, cuando
en verdad Felipe es un hombre con muchas inseguridades y necesidades. Lograr
proyectar matices tan complejos y fiatos eternos sobre el escenario es un
merito de pocos en el que Abdrazakov destaca.
Radostina Nikolaeva es una soprano con una voz
idónea para los roles maduros de Verdi. Como Elisabetta tiene una voz delicada,
de profundo sentido lirico y buen desempeño escénico. La reina es un personaje
deprimido y aislado, característica que Nikolaeva sabe expresar en buena
manera. Durante su gran aria “Tu, che le vanita”, hace alarde de todas sus
cualidades. En una mezcla de gran Legato, pianos, vibrato y un sentido muy
elegante y entregado, sabe imprimir su sello como gran intérprete verdiana, la
cual debe tener gran éxito también en otros roles como Amelia o Desdémona.
El barítono Marco Caria debe ser la sorpresa
del Festival. Ganador de varios premios internacionales y el solista con la
carrera más corta de este elenco, goza de un timbre y potencia de los barítonos
italianos con vena verdiana. Su técnica es solida, tiene potencia y belleza
interpretativa. Desata la ovación del publico al final de su aria “Per me
giunto” del tercer acto.
El bajo italiano Marco Spotti, a pesar de la
brevedad de su rol como el Gran Inquisidor, es arrollador en el dúo con Filippo
II. También cuenta con una nobleza en la voz, perfecta dicción y emisión y
sentido dramático. No en vano es el bajo favorito de las producciones en La
Scala de Milán y principales teatros europeos.
El maestro Eugene Kohn, reconocido músico quien
ha trabajado con cantantes desde Maria Callas, Birgit Nilsson o John Vickers,
hasta las estrellas de nuestros días como Plácido Domingo, Roberto Alagna y
Angela Gheorghiu, demostró una gran dedicación dirigiendo a la Orquesta de la
Universidad de Lima cuidando al máximo los detalles de la interpretación. Uno
de los defectos de no tener elencos estables en nuestras temporadas de ópera
hace que muchas veces los matices de ciertas obras no sean interiorizados por
estos músicos. Kohn dedica especial atención por cada grupo de instrumentos,
logrando matices y colores fabulosos de esta gran orquesta de más de 70
músicos. Además hace un gran trabajo dirigiendo claramente a cantantes y Coro,
permanentemente estando tras la unidad del conjunto. Todos los músicos interpretaron
fabulosamente, estando a la altura de la obra y elenco.
El Coro Nacional dirigido por Javier Súnico
cumple con las exigencias del rol, y se desenvuelve bien sobre el escenario,
pese a que siempre demuestra tensión sobre la escena y no los hace ver ‘en
personaje’. Esto es algo que cada miembro del elenco debe seguir trabajando
personalmente.
La soprano Rosa Parodi destaca positivamente en
el rol de Tebaldo, logrando un bello efecto de voz junto a Barcellona en la ‘canción
del velo. Interesante también la voz del tenor Juan Pablo Marcos en el breve
rol del Araldo, con buen sentido musical y bello timbre. El bajo Humberto
Zavalaga como el fraile (Carlos V) y la soprano Jacqueline Terry como la Voz
del Cielo cumplen con sus breves roles.
Este “Don Carlo” ha sido una grata experiencia
que quedará en el recuerdo del público de Lima. Un público que como nunca antes
puede disfrutar de no solo uno, sino de toda una serie de montajes de calidad internacional,
algo imposible de pensar hace pocos años.